EL TREN DE LAS 3:10 (3:10 To Yuma)

(USA) Columbia, 1957. 92 min. BN. MegaScope.

Pr: David Heilwell. G: Halsted Welles, basado en una historia de Elmore Leonard. Ft: Charles Lawton Jr. Mt: Al Clark. DA: Frank Hotaling. Vest: Jean Louis. Ms: George Duning. Can: Ned Washington y George Duning (cantada por Frankie Laine).  Dr: Delmer Daves.

Int: Glenn Ford, Van Heflin, Felicia Farr, Leora Dana, Henry Jones, Richard Jaeckel, Robert Emhardt, Sheridan Comerate, George Mitchell, Robert Ellenstein, Ford Rainey, Dorothy Adams, Richard Devon, Joe Haworth.











SINOPSIS:
Un granjero con acuciantes problemas económicos, circunstancialmente tiene que asumir las funciones de sheriff y custodiar a un peligroso salteador detenido hasta la llegada del tren que le llevará a la prisión de Yuma. Tendrá que hacerlo sin ayuda de nadie y  bajo la amenazante presencia de los compinches del forajido que tratarán de impedírselo.










Tras la tensa situación creada en la estación por la llegada del tren y el replanteamiento moral de Ben Wade (Glenn Ford), llega la vivificadora lluvia y vemos en plano cenital a la esperanzada esposa (Leora Dana) de Dan Evans (Van Heflin) despedir el convoy mientras suena la evocadora balada cantada por Frankie Lane.

COMENTARIO:
Deseo introducir con brevedad telegráfica unos pequeños datos que nos ayuden a situar EL TREN DE LAS 3:10 en su justo contexto y así, una vez reunidos los elementos de juicio necesarios, poder efectuar un acercamiento más certero a este western excepcional.

Los integrantes de la nueva crítica cinematográfica surgida fundamentalmente en Francia en la primera mitad de los años cincuenta del pasado siglo con “Cahiers du Cinéma” a la cabeza y su repercusión en España que propiciaría la aparición en 1957 de la revista “Film Ideal”, fueron abriendo paulatinamente el encuadre centrado hasta entonces en Ford y Hawks, y comenzaron a prestar atención a los westerns de quienes, lejos de Monument Valley, cabalgaban por otras rutas abriendo nuevas opciones para el género. Eran los representantes de una nueva generación de realizadores que trataban de despegarse del adocenado  pelotón que integraban los Lesley Selander, Ray Enright, Joe Kane, Edwin L. Marin y muchos otros que habían conducido este género hasta el corral de la más anodina serie B. 

Sin duda, los más favorecidos con esta ampliación de foco (a finales de los cincuenta) fueron Anthony Mann y Budd Boetticher, consiguiendo que volviéramos sobre ellos y reparáramos en aspectos que habían pasado desapercibidos ante nuestros condicionados ojos y que, sin embargo, venían a colocarlos en la cumbre del género (que algunos consideran más que eso, elevándolo a la categoría de épica) en virtud de su inteligente planteamiento, vigorosa narrativa, sabia utilización dramática del paisaje y una enorme riqueza y complejidad de personajes y situaciones. Y todo ello, sin alterar -solo en apariencia- las estructuras clásicas que lo definían.

Sin embargo, aquel reconocimiento no llegó a alcanzar -entonces- a realizadores como Gordon Douglas y Delmer Daves que seguirían durante algunos años camuflados entre el polvo de la manada. Y ello, en el caso de Daves, a pesar de haber adquirido cierto prestigio con su western pro indio FLECHA ROTA (1950). A éste le siguió, RETURN OF THE TEXAN, de menor interés, rodado dos años después y que serviría de eslabón con su brillante septeto westerniano llevado a cabo entre 1954 y 1959. La serie fue iniciada con DRUM BEAT (1954), seguida por JUBAL (1956), LA LEY DEL TALIÓN (The Last Wagon, 1956), EL TREN DE LAS 3:10 (3:10 to Yuma, 1957), COWBOY (1958), ARIZONA PRISIÓN FEDERAL (The Badlanders, 1958) y EL ÁRBOL DEL AHORCADO (1959). 

Centrándonos ahora en EL TREN DE LAS 3:10, que un servidor considera su mejor trabajo, decir que estamos ante un tenso western de características especialmente negras (es muy significativo que fuera rodado en blanco y negro, a diferencia del resto) que si bien utiliza un esquema próximo al de SOLO ANTE EL PELIGRO, supera netamente al film de Fred Zinnemann, alcanzando cotas memorables de dureza, intensidad y emoción donde el otro desplegaba artificio y pretensión. En su desarrollo, el espectador pronto se percata de que ha sido llevado fuera de los “seguros cauces” que le hubieran permitido circular por la película con esa tranquilidad que proporcionan las carreteras señalizadas. Me explico: uno de los dos protagonistas es un atribulado pater familia (excelente Van Heflin en un rol parecido al que incorporó en RAÍCES PROFUNDAS) sin vocación de héroe pero que se ve empujado a ejercer como tal por pura desesperación económica. El otro es el jefe de una banda de forajidos (destaquemos que lo interpreta Glenn Ford, un actor de aspecto amigable que por una vez encarna al "malo", jugada que contribuye a romper los esquemas del espectador) capaz, en un momento dado, de actuar de manera brutal sacrificando a sangre fría a un pobre borrachín que acaba de encontrar la dignidad permitiendo que sus hombres lo cuelguen sin piedad de una viga a la vista de todos. Por otro lado, la “chica” de la película (excepcional Felicia Farr) es un personaje de tránsito, una desencantada cantinera que padece de tuberculosis y que ya solo aspira a un compasivo coito.

Con estos inusuales mimbres hábilmente manejados y entrelazados va construyéndose la película que se carga, por momentos, de una ambigüedad que nos impide agarrarnos a estereotipos al jugar con situaciones que inevitablemente desembocan en esa toma de conciencia de Ben Wade (Ford) respecto a su forzado guardián (Heflin) a modo de un curioso “síndrome de Estocolmo” a la inversa que se cierra con un memorable final. 

No deseo concluir este texto sin hacer mención al soberbio trabajo de George Duning que demostraba una vez más su maestría con una inspirada y delicada partitura que alcanza su máxima expresión en la balada cantada por el entonces imprescindible Frankie Laine.

Nota: el ambicioso remake que realizó James Mangold en 2006, apostó por ampliar algunos de los temas solo apuntados en el original. No obstante, su visionado dejaba claro que hoy es difícil plantearse un western sin acusar influencias de Peckinpah y Leone (que se lo digan a Clint Eastwood). Pese a cierta dosis de elegancia en la planificación y claridad y contundencia en las escenas de acción, todo lo que nos ofrecía la versión de Mangold ya estaba sabiamente sintetizado en el original de Daves.

20 comentarios:

  1. Siempre tuve la sensación de que esta película pertenecía a un género equivocado pues en realidad la veo como un noir. Me gusta mucho, pero mucho, y si dentro del western Delmer Daves y Anthony Mann, son considerados un poco, a ver si me explico, los segundones de Ford y Hawks, sin embargo cuentan en su haber con un puñado de títulos mayores que me fascinan. En “El tren de las 3:10”, el “malo” carismático que nos ofrece Glenn Ford, los momentos con la cantinera, ah, y esa escena final del tren hacia Yuma y la lluvia... Maravillosa. No me canso de verla.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que EL TREN DE LAS 3:10 es un western negro, de acuerdo. Tiene todos los ingredientes. Pero yo no me atrevería a llamar "segundones" a Anthony Mann y Delmer Daves (tal vez la industria los considerara así en los años 50). Pertenecían a una generación posterior, eran, por así decirlo, sus "hijos". Y como algunos hijos, utilizaron las enseñanzas de sus papás para abrirse camino a su manera, sin apoyarse demasiado en ellos, demostrando así que podían rodarse grandes westerns desde un prisma muy alejado de Monument Valley.
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Estimado Teo, qué gusto leer su texto y descubrir que ambos llegamos, por caminos distintos, a la misma película casi al unísono. Destaco que haya rescatado, en el epígrafe de la última fotografía, un aspecto que yo olvidé y es la importancia de la lluvia. Su contracara, la sequía, opera aquí como símbolo de desesperación, y desintegración social y familiar mientras que la lluvia aparece como símbolo de esperanza y renacimiento.-
    Sin dudas volveré a este western atípico e intentaré rescatar más exponentes de este director.-
    Un saludo, Bet.-

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Bet. El intercambio de ideas y visiones siempre resulta placentero y enriquecedor, y con esa ilusión se crean estos espacios. De mis visitas a "la chica del parasol blanco" siempre regreso con algo en la mochila, tanto cuando me identifico plenamente con lo que nos cuenta como cuando disiento en algún punto.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Esta vez, Teo, me has pillado con el pie cambiado pues ha pasado mucho tiempo desde que vi esta película. Mientras leía tu entrada la iba recordando, pero claramente tendré que volver a ella para revisarla. A mí, de los westerns que conozco de Delmer Daves, me gusta mucho "El árbol del ahorcado", con un protagonista de ambiguas cracterísticas con cuya conducta una no siempre puede estar de acuerdo. También he visto hace poco "Flecha rota" que en su momento parecía romper brecha a favor del pueblo indio pero que a mí me parece que carece de matices, es decir, le encuentro bastante esquemático.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como a ti, me gusta mucho EL ÁRBOL DEL AHORCADO, el último (gran) western que dirigió Daves, justo antes de que inesperadamente se dedicara a rodar melodramas románticos de escaso interés (algunos para propiciar el estrellato del insípido rubiales Troy Donahue) y luego se jubilara anticipadamente. Una lástima, verdad?.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Vuelvo de una corta ausencia y me encuentro con este peliculón reseñado en tu blog. Una sorpresa y una alegría. Conozco todos los westerns que realizó Delmer Daves y todos me parecen tremendos, formidables, y éste que tratas, especialmente. En tu comentario mencionas a Anthony Mann y creo que ambos directores tienen muchos puntos en común cuando tocaban este género.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, los westerns de Daves, aunque muy diferentes en estilo y temática, están hermanados por su enérgica narrativa siempre al servicio de la nítida descripción de unos personajes tensionados por situaciones que les obligan a rectificar su trayectoria. Quizás los más "flojos" (siendo muy interesantes) son los dos que rodó con Alan Ladd. En cuanto a esa diversidad a la que aludía, basta con coger los tres que rodó con Glenn Ford que salvo algunos rasgos en común, tienen poco que ver entre ellos. LA LEY DEL TALIÓN (The Last Wagon) no tiene nada que ver con ARIZONA PRISIÓN FEDERAL (The Badlanders), ni éste con EL ÁRBOL DEL AHORCADO. Por ejemplo, COWBOY es casi un documental sobre la dura vida cotidiana de los vaqueros. Y sí, estoy de acuerdo contigo en las coincidencias entre Daves y Mann. No son muchas, pero algunas resultan evidentes.
      Un saludo.

      Eliminar
  5. Partiendo de una portentosa y adusta puesta en escena de ecos expresionistas, Daves narra con admirable vigor este relato que gravita en torno a la relación fáustica que se establece entre sus dos caracteres principales: Wade, como peculiar variante del Mefistófeles goethiano, es un personaje atractivo, ambiguo y carismático, que lo mismo seduce a una joven tabernera, que acaba con la vida de uno de sus hombres si el botín corre peligro. No dudará en tentar una y otra vez a Evans con promesas monetarias para que lo deje en libertad. Éste, por su parte, es un humilde granjero hastiado por no poder ofrecer a su mujer e hijos la vida de comodidades que ellos se merecen. Trasladar con éxito a Wade a la prisión de Yuma, se convierte para él en algo más que un simple encargo que le reporte unos cuantos dólares. Pese a la evidente contraposición de intereses, entre ambos irá surgiendo una progresiva complicidad que culminará en un inesperado final.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Interesante visión en paralelo del mito goethiano y la situación madre de este western, sin duda. Aunque a mí me fallan las motivaciones de unos y otros. Aquel Mefistófeles (que solo era un subordinado) manipuló las frustraciones y debilidades de Fausto para llevárselo arteramente al huerto (bueno, sólo su alma) y así ganar puntos ante su avernal jefe, supongo. En cambio, nuestro Wade, mucho más apegado al terreno, únicamente pretende resolver su problema de la manera menos cruenta posible y ello ha de pasar necesariamente por la "corrupción" de su improvisado carcelero con déficit de autoestima. Claro que cuando las personas se conocen, puede haber sorpresas... En eso, totalmente de acuerdo.
      Un saludo.

      Eliminar
  6. Creo que también es el western que más me gusta de Delmer Daves. El final, si no lo recuerdo mal, es un intento de redimir al malo de la película para darle la vuelta a un casting que en un principio parecía equivocado. Hay algo que tienen estas dos excelentes películas (Solo ante el peligro y El tren de las 3:10): sirvieron para que Hawks pusiera las cosas en su sitio y rodase esa obra maestra que se llama Río Bravo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, digamos que ese Ben Wade (Ford) es un "malo" disfuncional, es decir, bajo una superficie de pragmática dureza, conserva una capa oculta (muy fina) de empatía y reconocimiento que va emergiendo gradualmente en su relación con el angustiado granjero. Dos personajes fascinantes, la verdad.
      En cuanto a la reacción de Hawks rodando su RIO BRAVO, ya es otra historia... y otra concepción de cómo contar historias, describir caracteres y, en suma, otra concepción del cine.
      Un saludo.

      Eliminar
  7. Una película de lo más sugerente, y por cierto también soy de la opinión de que es superior a “Solo ante el peligro”, por apuntalar lo que apuntabas en tu comentario.
    Me encanta la breve pero intensa secuencia íntima de los personajes de Glenn Ford y una bellísima Felicia Farr. Ese primer plano del rostro de ambos no puede ser más sensual.
    El resto de la historia resulta espléndido, manejando el ritmo del relato con una sabiduría narrativa de quitarse el sombrero. Y pongo como ejemplo la tensión creada en la secuencia de ambos protagonistas en la habitación del hotel esperando la llegada del tren; consigue crisparnos los nervios en el mejor sentido de la expresión.
    Pero lo mejor de “El tren de las 3:10” es, para una servidora, Glenn Ford. Me encanta este actor, lo que sugiere con su rostro y con sus movimientos. Seduce sin el menor esfuerzo y cada vez que aparece en escena eclipsa al resto, o eso me parece a mí.
    En fin, Glenn Ford aparte, la película es una maravilla y Delmer Daves demostraba una vez más moverse en el western con auténtica maestría.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Miriam. A diferencia de aquel comentario tuyo en torno a YO VIGILO EL CAMINO, aquí sí estoy plenamente de acuerdo contigo y suscribo todo lo que dices.
      Sin dudarlo, estamos ante un western excepcional, es decir, bastante atípico aunque su esquema argumental se haya utilizado en varias ocasiones en películas de este género (recordemos, por ejemplo, EL ÚLTIMO TREN DE GUN HILL) e incluso adscritas a otros. Una película tensa, emocionante, dura, cuya justeza narrativa, lejos por tanto del virtuosismo algo artificioso del celebrado western de Zinnemann, dota a las imágenes de la necesaria fuerza y contundencia.
      Efectivamente, Glenn Ford está soberbio componiendo ese personaje con la capacidad de atraer e incluso de cautivar pese a su implacable conducta. De hecho, efectúa sin él saberlo un recorrido moral a lo largo de esas horas que pasa con el agobiado (desesperado) granjero, un formidable Van Heflin. En cuanto a Felicia Farr, es cierto, en todos sus trabajos para Daves rezuma una sensualidad que traspasa la pantalla (y no digamos en BÉSAME, TONTO, esa comedia ácida que rodó a las órdenes de Billy Wilder).
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Sí, Jack Lemmon tuvo que sentirse muy orgulloso de tenerla por esposa, je je. Es cierto, en "Bésame, tonto" está estupenda, divertida y temperamental; toda una mujer de carácter. Sin embargo, para mi gusto, en esa ocasión la que le gana en sensualidad y magnetismo es Kim Novak. Se mueve como una sirena dentro de un vestido ajustado.
      Madre mía!, pareciera que me gustan las mujeres y no es así, pero es que para mí esta actriz siempre ha destilado algo muy especial. Quizá por eso entiendo tan bien lo que tuvo que sentir Richard Quine por ella.
      Me estoy dispersando. Volviendo al film de Delmer Daves, suscribo totalmente tus palabras. Es una pena que este director haya estado relegado en una segunda línea pues creo que ya va siendo hora de colocarle entre los grandes. Y aquí estamos aportando nuestro reivindicativo granito de arena.

      Eliminar
    3. Bueno, bueno... Estábamos hablando de Felicia Farr, pero si quieres que volvamos sobre Kim Novak, no tengo inconveniente. El formidable físico de esa actriz, con su mirada, con su displicente manera de moverse en la pantalla, suave y gatuna, con su controlado fuego interior, diría que cubre con creces todas las ensoñaciones y expectativas que un tipo como yo, al que le apasiona el cine y creyó en los Reyes Magos hasta los once años, tuvo siempre. Como tú misma las has definido, es una "sirena" de carne (perfecta) y hueso, por supuesto, sin cola de pez. ¡Chica, cómo coincidimos a veces!

      Eliminar
    4. Es que me entusiasmo hablando de lo que me gusta y admiro, y cuando empiezo no sé parar, je je. Uf!, es que si me dan la oportunidad de hablar sobre mis actores/actrices favoritos lo tengo clarísimo: Kim Novak, Gloria Grahame, Liz Taylor, Jack Lemmon, Lee Marvin, James Stewart, Glenn Ford...
      En fin, volvamos a lo que estamos porque de lo contrario estaría así todo el día y lo peor es que no me cansaría. A veces reconozco que puedo resultar un poco cansina, pero es que el cine, el buen cine, me puede.
      He leído más arriba que "El tren de las 3:10" posee unas imágenes muy cercanas al modelo expresionista. Puede ser, lo que sí sé es que tiene un blanco y negro precioso y en algunos planos la cámara parece acariciar a los personajes: por ejemplo, el momento que ya mencioné antes de Glenn Ford y Felicia Farr pero también el momento íntimo, antes del final, del granjero y su mujer -desconozco el nombre de la actriz-.
      Concluyendo, me parece una película muy superior a otras más conocidas y valoradas dentro del género western, es más, la considero una obra maestra y es de lamentar que aún no tenga ese reconocimiento.

      Eliminar
    5. Con ese septeto de favoritos tuyos se pueden hacer estimulantes combinaciones ya que algunos han trabajado juntos. Por ejemplo, en LOS SOBORNADOS coincidían Glenn Ford, Gloria Grahame y Lee Marvin. En ME ENAMORÉ DE UNA BRUJA, James Stewart, Kim Novak y Jack Lemmon. En VERTIGO Stewart y Novak...
      En este post estamos llegando al consenso de que EL TREN DE LAS 3:10 es el mejor western de Delmer Daves... pero sin estar demasiado claro, es difícil, a la hora de compararlo con los otros títulos que ya he mencionado.

      Eliminar
  8. Pillé hace años el dvd de “El tren de las 3:10” y este era el momento de volver a verla. Una de las características que definen este magnífico western es la profunda tristeza que destilan sus imágenes plasmadas en ese imprescindible blanco y negro (me cuesta concebir esta película rodada en color). La atmósfera casi agónica de ese pueblo y sus atemorizados habitantes, ese precioso personaje de la tabernera... todo punteado por la inspirada partitura de George Duning, hermosa y melancólica, que culmina con la balada cantada por Frankie Lane en esa inolvidable y muy emocionante última escena con el paso del tren, la lluvia cayendo sobre la esposa del granjero subida en el carromato en un bellísimo plano filmado “desde el Cielo”.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu espléndido comentario aludiendo a esos últimos planos que cierran la película sirve como corolario a todo lo expresado anteriormente en torno a EL TREN DE LAS 3:10.
      Por ello, un abrazo.

      Eliminar