EL BUSCAVIDAS (The Hustler)
(USA) T. Century-Fox / Robert Rossen, 1961. 135 min. BN. CinemaScope.
G: Robert Rossen y Sidney Carroll, basado en la novela de Walter S. Tevis. Ft: Eugen Schüfftan. Mt: Dede Allen. DA: Harry Horner y Albert Brenner. Vest: Ruth Morley. Ms: Kenyon Hopkins. Pr y Dr: Robert Rossen.
Int: Paul Newman, Jackie Gleason, Piper Laurie, George C. Scott, Myron McCormick, Murray Hamilton, Michael Constantine, Vincent Gardenia, Stefan Gierasch, Jake La Motta, Cliff Pellow, Art Smith, Gordon Clarke.
SINOPSIS: Un joven experto jugador de billar viaja en compañía de su manager y se gana la vida recorriendo locales donde despluma a crédulos jugadores amateurs que apuestan su dinero con él. En Nueva York, desafía a un legendario jugador en una larga y tensa partida que finalmente pierde y conoce a una solitaria muchacha, tullida y alcohólica, con la que inicia una relación, mientras le obsesiona la idea de una nueva partida con el hombre que le derrotó en el tapete.
COMENTARIO: En un momento de cambios sustanciales en los parámetros de un Hollywood que empezaba a ser penetrado por los cambios sociales y determinadas influencias externas que venían a modificar las convenciones de una encauzada narrativa, surge este drama de lúgubre concepción visual, claustrofóbico y atmosférico, que retrata un mundo sórdido y acotado, cercano en cierta medida a algunos ejemplos de cine negro en los años cincuenta (solo hay una escena bañada por la luz en que los dos protagonistas, Eddie y Sarah, escapan de ese círculo durante unas horas, en su picnic junto al río durante el cual él se abre a su redentora compañera).
Esta impresionante película viene a ser el reflejo del dolorido inconformismo de su director, un inadaptado que arrastraba años de sentido de culpa (su claudicación ante las presiones del mccarthysmo, su errático itinerario europeo) y que aquí su lucidez le llevó a retratar el lado menos “fotogénico” del sueño americano, las cañerías de ese sueño, a través del itinerario de unos seres que representan un mundo que se cierra sobre ellos mismos: la compulsiva y chulesca actitud de Eddie Felson (Paul Newman) y su fácil renuncia a la ética, la solitaria, desamparada y vulnerable Sarah Packard (Piper Laurie) que ve a Eddie sin filtros y le acepta en su inconsciente ignominia ante la imposibilidad de su redención, la fría y serena elegancia del entronizado “Gordo de Minnesota” (Jackie Gleason) y Bert Gordon (George C. Scott), ese amoral y despreciable, casi demoniaco, personaje que medra con la explotación del talento ajeno y cuyo único norte es el dinero como signo de identidad, y último culpable, también, de la destrucción de Sarah. Así, la interacción de este cuarteto (al que habría que añadir el paternal y traicionado Charlie Burns (Myron McCormick) sirve de amarga travesía por los conflictos internos de estos personajes.
El aparente clasicismo narrativo de EL BUSCAVIDAS está impregnado, no obstante, por una modulada renovación del concepto de la puesta en escena, apenas detectable, pero con aportes y matices que enriquecen el contenido, añadiendo complejidad a lo que se nos cuenta. Como consecuencia, lo apuntaba al principio, esa mutación de ciertos cánones encorsetadores (en LILITH, la transformación del lenguaje ya sería total) que venían funcionando como reglamentación expositiva, aquí sirven para alejarse de cualquier convención en ese descarnado y desesperanzador retrato de la condición humana.
La extraordinaria fotografía en blanco y negro del experimentador alemán Eugen Schüfftan (EL MUELLE DE LAS BRUMAS, OJOS SIN ROSTRO, LILITH), cercana en determinados momentos al expresionismo, y los memorables trabajos de Paul Newman, Jackie Gleason, Piper Laurie (maravillosa su Sarah Packard), George C. Scott y Myron McCormick, añaden hondura y perfección a esta obra maestra, penúltima realización del malhadado Robert Rossen.