CANTANDO BAJO LA LLUVIA (Singin' in the Rain)
(USA) Loew's / MGM, 1952. 102 min. Color.
Pr: Arthur Freed. G: Adolph Green y Betty Comden. Ft: Harold Rosson. Mt: Adrienne Fazan. DA: Cedric Gibbons y Randall Duell. Vest: Walter Plunkett. Ms: Nacio Herb Brown y Roger Edens. Can: Arthur Freed, Betty Comden, Adolph Green, Al Hoffman y Al Goodhart. Cor y Dr: Stanley Donen y Gene Kelly.
Int: Gene Kelly, Donald O'Connor, Debbie Reynolds, Jean Hagen, Millard Mitchell, Cyd Charisse, Rita Moreno, Douglas Fowley, Dawn Adams, King Donovan, Kathleen Freeman, Madge Blake, Tommy Farrell, Mae Clarke, Elaine Stewart, Lance Fuller.
SINOPSIS: En el convulsionado Hollywood de 1928, cuando hacía su aparición el cine sonoro, unos imaginarios estudios llamados Monumental Pictures se ven lanzados a una desesperada carrera contra reloj para reconvertir su última película muda en una película hablada y llegar a tiempo para la anunciada fecha de estreno. Un actor, una corista y un músico, amigos inseparables, harán lo imposible por conseguirlo.
Esas lágrimas de Kathy Selden (Debbie Reynolds) pronto desaparecerán de sus emocionados ojos cuando su amado Don Lockwood (Gene Kelly) la descubre ante el gran público como una prometedora estrella. |
COMENTARIO: UN DÍA EN NUEVA YORK (1949), CANTANDO BAJO LA LLUVIA (1952) y SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO (1955), las tres fructíferas colaboraciones de Stanley Donen con Gene Kelly en el terreno del musical, sin duda representaron una renovación del género que lo oxigenó, vivificándolo. Desde comienzos del sonoro y hasta ese momento, el grueso de los musicales que se hacían en Hollywood se atenía a unas estructuras casi fijas en las que la inclusión de los números bailados o cantados se incrustaban en la trama con el cómodo pretexto de que los protagonistas fueran cantantes, bailarines, compositores o coreógrafos. Pero en el año 1949, el primero de aquellos tres films producto de ese binomio perfecto rompía los corsés y el artificio de fastuosos decorados y ambientes sofisticados y mostraba con espontaneidad a tres marinos de permiso cantando y bailando en las verdaderas calles de Nueva York.
En esta concepción del musical desaparecían esas rupturas expresivas entre el comportamiento “normal” y las incrustaciones musicales que aquí ya no son tales incrustaciones porque ahora -dentro de la atmósfera de la película- están perfectamente integradas en el guión y cumplen una función narrativa de manera que a nosotros nos parece natural, evitando así precisamente no sólo que destruyan esa narración, sino que la hacen progresar. En cualquier caso, la más brillante demostración de talento y sensibilidad para el género, el más alto grado de perfección alcanzado, sólo se dio en los tres títulos que Stanley Donen realizó junto a Gene Kelly.
CANTANDO BAJO LA LLUVIA, posiblemente el mejor musical de la historia del cine, constituye tanto una reflexión sobre el género en el que se inscribe (por ejemplo, critica con buen humor los estilos precedentes en el número “Beautiful Girl”) como también una crónica del traumático paso del cine mudo al sonoro que engloba un recuerdo sentimental y cariñoso homenaje a la época heroica de Hollywood y los hombres que hicieron posible la evolución de este arte industrial. La película es asimismo un deslumbrante espectáculo, explosión de ritmo, vitalidad y contagiosa alegría de vivir. Sensaciones que nos son transmitidas a través de una cámara que se torna natural o -según el momento- maravillosamente alada porque participa de los sentimientos y emociones de los personajes, y con ellos se enamora, baila, canta y evoluciona. El resultado es tan sensorial y se disfruta tan intensamente que se resiste a ser descrito con palabras sin correr el riesgo de traicionar y simplificar su contagiosa vitalidad. Supongo que la solución más adecuada y recomendable para “comprender” plenamente CANTANDO BAJO LA LLUVIA es verla (cuantas más veces, mejor).
Por otro lado, el título que comentamos como los otros dos, son películas de concepción tan libre, festiva y luminosa, tan innovadoras, que se oponían a las convenciones realistas imperantes en el cine considerado “serio” que se hacía entonces, saltándose los estrechos márgenes del naturalismo para ofrecernos un universo estilizado que nos seducía en la butaca hasta el punto de sentir la necesidad a duras penas reprimible de cantar y bailar a la salida del cine como algo perfectamente lógico en virtud de las emociones inoculadas desde la pantalla.