DETECTIVE SIN LICENCIA (Gumshoe)

(GB) Columbia / Memorial, 1971. 86 min. Color.

Pr: Michael Medwyn y (sin acreditar) Albert Finney. G: Neville Smith. Ft: Chris Menges. Mt: Fergus McDonell. DP: Michael Seymour. Vest: Daohne Dare y Barbara Gillett. Ms: Andrew Lloyd Weber. Dr: Stephen Frears.

Int: Albert Finney, Billie Whitelaw, Frank Finlay, Janice Rule, Caroline Seymour, Fulton MacKay, Billy Dean, George Innes, Wendy Richard, George Silver, Bert King, Ken Jones, Neville Smith, George Silver, Maureen Lipman.

Un escéptico Eddie Ginley (Albert Finney) sentado frente a su psicólogo.
Eddie charla en la estación con Ellen (Billie Whitelaw), su cuñada por la que siempre ha estado colgado pero que acabó casándose con su hermano.
Gabardina, periódico, mirada de soslayo... nuestro Eddie  creyéndose un endurecido detective.
Resulta que Eddie tiene un competidor, Straker (Fulton MacKay), un veterano  investigador privado en horas bajas que acusa a nuestro hombre de intrusismo profesional.

SINOPSIS: El animador de un modesto club nocturno de Liverpool, distrae sus frustraciones soñando con días de gloria y aventuras detectivescas en el estilo de un Sam Spade. Tras la peregrina idea de anunciarse en un periódico local como investigador privado, estas aficiones le llevarán a inmiscuirse en un sucio asunto de contrabando de armas en el que está complicado su hermano.

Ellen siente por Eddie una mezcla de ternura y hostilidad. Tal vez como velado reproche por no haber luchado por ella..
Entra en escena la enigmática Mrs. Blankerscoon (Janice Rule).

William (Frank Finlay), el hermano de Eddie, es un tipo poco amigable metido en oscuros negocios y forma con Ellen un matrimonio "enfriado".
En la ciudad ha sido un día como otro cualquiera y Eddie, solo en su apartamento, tendrá que a acostumbrarse a vivir sin familia.

COMENTARIO: Eddie Ginley es un romántico desencantado que se empeña en soslayar la realidad del mundo en que vive, hablando y comportándose como si fuera un personaje de Dashiel Hammett porque eso tal vez le permite enmascarar su soledad y adormecer el sentimiento de fracaso que le persigue. A este respecto, resultan reveladoras tanto su desganada actuación en el club donde trabaja como showman como la hiriente relación con su poco recomendable hermano y la mujer de éste, de la que está secretamente enamorado.

Resuelto en un calibrado registro de comedia ácida, este inteligente y muy agradable thriller, teñido no obstante de un halo de melancolía, es a la vez revisitación y homenaje a un género tan representativo de la década de los años cuarenta como es el noir. Tomando sin disimulo como modelos EL HALCÓN MALTÉS de Huston y más claramente EL SUEÑO ETERNO de Hawks, el realizador -en su primer largometraje- llega a conseguir el tono, el ritmo y la brillantez de aquellos films (los magníficos y ágiles diálogos del guión de Neville Smith pueden ser comparables con los de aquellos títulos), adecuando magistralmente los elementos circundantes -espacios oscuros y personajes hostiles o tan chasqueados como el propio Eddie Ginley- a una época y un escenario, un húmedo y grisáceo Liverpool, que pudieran resultarnos menos ortodoxos que los habituales a los que nos acostumbró aquel Hollywood en este tipo de historias.

No deseo cerrar este sucinto comentario sobre la cinta de Stephen Frears sin destacar la espléndida composición que nos regala el gran Albert Finney. Ese Eddie Ginley, detective aficionado, que asume el fracaso de su vida afectiva y su desamparo maquillándolo tras un autopunitivo sentido del humor, acaba resultándonos más carismático y fácil de amar -por su escondida vulnerabilidad- que los canónicos distanciamiento y dureza de un Humphrey Bogart. 

ÉXODO Exodus)

(USA) United Artists / Carlyle / Alpha, 1960. 213 min. Color. Panavision 70.

G: Dalton Trumbo, basado en la novela de Leon Uris. Ft: Sam Leavitt. Mt: Louis R. Loeffler. DA: Richard Day. Ms: Ernest Gold. Títulos: Saul Bass. Pr y Dr: Otto Preminger.

Int: Paul Newman, Eva Marie Saint, Ralph Richardson, Peter Lawford, Lee J. Cobb, Sal Mineo, John Derek, Hugh Griffith, Gregory Ratoff, Jill Haworth, Felix Aylmer, David Opatoshu, Marius Goring, Alexandra Stewart, George Maharis, Martin Miller, Michael Wager, Paul Stevens, Betty Walker, Martin Benson, John Crawford.

El general Sutherland (Ralph Richardson), un militar con una visión lúcida y global de una situación muy problemática para los británicos.
La americana Kitty Fremont (Eva Marie Saint) visita al general para una ilustrativa charla.
Esta es Karen (Jill Haworth), una adolescente judía que tras el final de la guerra ha llegado hasta Chipre con la esperanza de reencontrar a su padre. 
Kitty, que es enfermera de profesión, visita el campo de refugiados judíos y queda impresionada por la abnegada labor de Karen en ese lugar. 
Aquí vemos al oficial judío encargado del campo, David Ben Ami (Michael Wager).
Formando parte del grupo de refugiados judíos que han logrado subir al barco que les llevaría a Palestina, nos encontramos con el anciano Lakavitch (Gregory Ratoff).
Ari Ben Canaan (Paul Newman), ha llegado clandestinamente a  Chipre y aprovechando su aspecto físico se hace pasar por oficial inglés con falsa documentación para sacar a los refugiados del campo y trasladarlos al barco que los llevaría a Palestina.
Ari, en medio de su "castrense representación", se encuentra con Kitty cada vez más involucrada en aportar su ayuda en esa situación. 
Para dotar a sus planes de mayor verosimilitud, Ari convence engañosamente al mayor Caldwell (Peter Lawford) para que colabore con él.
En el barco que les lleva a Palestina, Karen charla con Dov Landau (Sal Mineo), un resentido joven judío que escapó del ghetto de Varsovia y que ahora solo ve en la violencia el método para conseguir librarse de la "custodia" británica.
A través de su relación con Ari Ben Canaan, Kitty toma conciencia de todo lo referente a la situación que los judíos viven en ese momento.
Kitty ha desarrollado un sentimiento hacia Karen y se implica con ella hasta el punto de querer llevársela a Estados Unidos para adoptarla.

SINOPSIS:
En 1947, la viuda de un reportero gráfico americano muerto en acto de servicio se encuentra de visita en Chipre y se verá envuelta, con los ingleses de por medio, en los acontecimientos desencadenados cuando seiscientos  judíos que han sobrevivido a los campos de exterminio nazis y han logrado llegar a la isla, viven confinados en campos de refugiados controlados por los británicos. En su deseo de llegar a Palestina, superarán grandes dificultades hasta lograr zarpar de la isla en el "Éxodo", barco de carga que les llevará a su destino. Una vez allí, el objetivo de los judíos que ya se han instalado en esa tierra es crear el estado de Israel donde históricamente ya viven árabes palestinos. Para librarse primero de la presencia inglesa y luego continuar con sus planes de asentamiento en el territorio, estallará un conflicto que, agravándose, dura hasta nuestros días.

Dov Landau, una vez en territorio palestino, se pone en contacto con el Irgun, una organización que comete actos terroristas contra las fuerzas británicas en Palestina.
Akiva Ben Canaan (David Opatoshu) es el líder de esa organización y tras un esclarecedor interrogatorio al joven Dov, finalmente le admite en la organización.
Finalmente, con la ayuda de Ari y Kitty, Karen logra encontrar a su padre (Peter Madden) que como consecuencia de las torturas en un campo de concentración nazi, ahora permanece catatónico internado en una clínica.
Tras esa dolorosa visita a su padre, una traumatizada Karen entra en crisis al escuchar una gran explosión, producto de un atentado.
Reunión familiar: vemos acompañado de Kitty a Ari con su padre Barak (Lee J. Cobb) y su hermana Jordana (Alexandra Stewart).
Akiva no comparte la postura pacifista de su hermano Barak ante la situación que se vive en ese territorio y hace tiempo que no se ven ni comunican.
Ari Ben Canaan en acción.
El árabe Taha (John Derek), amigo desde la infancia de Ari, esta siendo presionado por oscuros personajes (Marius Goring) para que inicie hostilidades contra los asentamientos judíos en la zona.
Taha se la juega y advierte a su amigo Ari del inminente peligro que corren los judíos del kibutz.
Aquí vemos a un confiado Barak y tras él una estatua erigida a una joven mártir judía.

COMENTARIO:
Desde sus inicios con LAURA, el demostrado talento del judío vienés Otto Preminger, que a partir del título que ahora nos ocupa parecía tomar la decisión de abandonar el formato “pequeño” (me refiero a películas más concentradas e intimistas, incluso de planteamiento más audaz, del tipo de EL HOMBRE DEL BRAZO DE ORO, BUENOS DÍAS, TRISTEZA y ANATOMÍA DE UN ASESINATO) para inaugurar una etapa de grandes superproducciones, nos sorprendía con aspectos hasta ese momento insopechados en su trayectoria utilizando su calculada precisión y habilidad narrativas para ponerlas en esta ocasión al servicio de un claro panfleto sionista, eso sí, muy bien presentado -vía gran espectáculo- a través del inteligente pero cuestionable guión de Dalton Trumbo, inspirado en la novela de Leon Uris (de origen judío) que hacía una lectura claramente sionista de los hechos narrados. Quizás para enmascarar en la medida de lo posible esas claras preferencias, ese guión caía en el pecado de unos diálogos en exceso explicativos y de convertir a los principales personajes de la historia que nos cuenta en representaciones de las distintas visiones y posturas de aquel conflicto. Si logramos hacer abstracción de todos estos aspectos (muy difícil en los momentos que vivimos), la película, espectacular e impresionante, contiene a lo largo de su dilatado metraje momentos de indudable interés estrictamente cinematográfico concentrados mayormente, para quien esto escribe, en su primer tercio y algunos momentos posteriores relacionados con el personaje que interpreta David Opatoshu. Todo lo demás molesta bastante. 

Notas: no podemos dejar de reconocer la muy medida astucia con que se eligió el reparto de esta ambiciosa cinta, y así tenemos a un atractivo Paul Newman encarnando al resolutivo judío Ari Ben Canaan, John Derek como el conciliador árabe Taha, la rubia adolescente Jill Haworth incorporando a esa angélica Karen rescatada momentáneamente del horror... Ah! por cierto (entrando en lo puramente personal), confieso una antigua debili­dad en mi ya lejana primera juventud por la entonces debutante Haworth, maravillosa criatura descubierta por Preminger y que este director volvería a utilizar en sus dos siguien­tes películas EL CARDENAL y PRIMERA VICTORIA, de nuevo adjudicándola personajes de ingrato destino que podrían constituir un martirologio.

 LA MUCHACHA DEL TRAPECIO ROJO (The Girl in the Red Velvet Swing)

(USA) T. Century-Fox, 1955. 109 min. Color. CinemaScope.

Pr: Charles Brackett. G: Walter Reisch y Charles Brackett. Ft: Milton Krasner. Mt: William Mace. DA: Lyle R. Wheeler y Maurice Ransford. Vest: Charles Le Maire. Ms: Leigh Harline. Dr Ms: Lionel Newman. Dr: Richard Fleischer.

Int: Ray Milland, Joan Collins, Farley Granger, Glenda Farrell, Luther Adler, Cornelia Otis Skinner, Philip Reed, John Hoyt, Robert F. Simon, Frances Fuller, Emile Meyer, Gale Robbins, James Lorimer, Harvey Stephens, Ivan Triesault.

Con esta imagen presentamos a Evelyn Nesbit (Joan Collins), una ingenua muchacha de gran belleza que comienza a abrirse camino como corista y modelo.
En el ambiente teatral conocerá a Stanford White (Ray Milland), un afamado arquitecto que suele aprovechar la larga ausencia de su esposa para sus conquistas amorosas. Nuestro hombre queda prendado de los encantos de la joven.
En su recoleto pero suntuoso "nido de amor" enseña a la deslumbrada Evelyn su columpio rojo, invitándola a que se balancee para él.
Y aquí la tenemos sintiéndose ingrávida y feliz.
Siendo mucho mayor que ella, ambos establecen no obstante una relación sentimental, quizás con un cierto toque paternal por parte de él.
Protector y amante, Stanford White queda atrapado en ese vínculo con Evelyn.
En la vida de Evelyn entra en escena de manera impetuosa  el joven millonario Harry Thaw (Farley Granger), un "príncipe azul" que resulta ser un desequilibrado.
Un posado de Joan Collins para promocionar la película. Se agradece.

SINOPSIS:
En Nueva York, en 1906, un desequilibrado joven de la alta sociedad, vive obsesionado por enfermizos celos que le hacen imaginar infideli­dades de su bella esposa con el arquitecto Stanford White, hombre maduro, elegan­te y vividor, a quien ella conoció de soltera y con el que mantuvo una pasajera rela­ción sentimental. Nuestro enajenado marido, acusándole de haber pervertido a su mujer antes de que él se casara con ella, acabará asesinando en público a su rival en pleno Madison Square Garden.

El obsesivo Thaw ha comenzado a desarrollar unos celos enfermizos hacia Stanford White por su pasada relación con la que ahora es su esposa.
La tragedia no se hace esperar mucho. Thaw coincide con el arquitecto en el restaurante del Madison Square Garden y delante de todos los comensales le dispara con su revolver.
Ahora Evelyn ya ha descubierto horrorizada la naturaleza del tipo con el que se ha casado.
La familia de Thaw, perteneciente a la alta sociedad neoyorquina, y sus abogados coaccionan a la pobre Evelyn para que mienta en el juicio contra su marido, acusado de asesinato, y le salve de una condena a muerte.
Un momento muy difícil para ella en la sala del tribunal cuando llega el momento de declarar.
Gracias al testimonio falseado de Evelyn, Thaw se salva de la silla eléctrica y es ingresado en una institución psiquiátrica. La ingratitud de la familia empuja a la muchacha a tener que ganarse la vida representando en los teatrillos de feria el escandaloso drama romántico-criminal aireado por la prensa. 

COMENTARIO: Richard Fleischer realizó en la década de los años cincuenta algunas de sus mejores obras entre las que en mi opinión se encuentra esta que ahora nos ocupa, un melodrama pasional basado en hechos reales pertenecientes a la crónica de sucesos de la época: el escandaloso y célebre caso de Evelyn Nesbit, inspiradora sin proponérselo de un crimen pasional perpetrado por su marido Harry Thaw en la persona del famoso arquitecto Stanford White a quien asesinó de un disparo. 

El realizador, con un gran pulso narrativo y magnífico dominador del formato scope, dispuso en esta película de una excelente historia que no obstante hubo de ser edulcorada obligándole así a soslayar las aristas más escabrosas de aquel asunto, a lo que sin duda contribuyó la presencia de Evelyn Nesbit, aún viva en aquellos momentos (murió en 1967), exigiendo supervisar el guión y aportando elementos que mitigaran algunos aspectos de su personaje. En cualquier caso, ahí estaba Fleischer colando información con sutileza y elegancia (las extrañas y ocultadas costumbres eróticas de Stanford White, la más que posible homosexualidad de Harry Thaw, la podredumbre moral de una sociedad hipócrita y decadente) y utilizando todos los ingredientes que le proporcionaba el relato como pretexto para dejar clara su afición por plasmar anomalías relacionales. De esto existen numerosos ejemplos a lo largo de su carrera: las engañosas y condicionales de Robert Mitchum-Ursula Thies en BANDIDO, el entramado de frustraciones y resentimientos que marca las de casi todos los personajes de SÁBADO TRÁGICO, la homosexualidad latente en las de Broderick Crawford-Frank Gorshin en LOS DIABLOS DEL PACÍFICO y Dean Stockwell-Bradford Dillman en IMPULSO CRIMINAL, la trágica incapacidad del vikingo Einar (Kirk Douglas) para acceder al amor y el cuerpo de Morgana (Janet Leigh) en LOS VIKINGOS, etc.

En definitiva, estamos ante una de los trabajos más interesantes de este realizador en el que asistimos a un excelente dibujo del personaje femenino central al que una muy bien dirigida Joan Collins (con un notable parecido físico con la auténtica Evelyn Nesbit) aporta su seductora belleza y todos los matices que su talento de actriz le permitió. En nuestra memoria ha quedado imborrable ese desenlace demoledoramente cruel con un plano final de la socialmente repudiada Evelyn representando en el escenario de un teatro ínfimo la escena del columpio rojo.

Para cerrar mi comentario destaco por diferentes motivos los dos roles masculinos: tenemos a Ray Milland, muy bien encajado en su personaje del arquitecto vividor que lleva con discreción su doble vida, y al limitado Farley Granger -que sin embargo logró trabajar con los mejores directores de la época- de cuya forzada actuación se deduce que Fleischer se vio incapaz de lograr hacerle entender bien la figura de ese Harry Thaw.

QUE EL CIELO LA JUZGUE (Leave Her to Heaven)

(USA) T. Century-Fox, 1945. 111 min. Color.

Pr: William A. Bacher. G: Jo Swerling, basado en la novela de Ben Ames Williams. Ft: Leon Shamroy. Mt: James B. Clark. DA: Lyle R. Wheeler y Maurice Ransford. Vest: Kay Nelson. Ms: Alfred Newman. Dr: John M. Stahl.

Int: Gene Tierney, Cornel Wilde, Jeanne Crain, Vincent Price, Mary Phillips, Ray Collins, Gene Lockhart, Reed Hadley, Chill Wills, Grant Mitchell, Addison Richards.

Conocemos a Ellen Berent (Gene Tierney) dando una cabezadita mientras viaja en tren.
Cuando despierta, nos deslumbra su belleza y ella a su vez queda extrañamente fascinada por el caballero que recoge el libro que leía cuando cae de su regazo cuando dormía.
El caballero en cuestión es Richard Harland (Cornel Wilde), autor de ese libro, como podemos percibir por la fotografía de la contraportada.
Ellen, a lomos de un caballo, recorre un agreste paisaje mientras esparce las cenizas de su fallecido padre.
Elle y Richard, ya casados, viven las primeras semanas de su matrimonio en una nube de amor.
Ellen pronto comienza a dar muestras de desequilibrios emocionales (observad sus manos crispadas).
La dulzura y belleza de Ellen ocultan el lado oscuro de esta mujer.
Ruth Berent (Jeanne Crain), la hermanastra pequeña de Ellen.
Richard está muy enamorada de su esposa y ella de él, hasta el punto de querer  apartarlo del resto del mundo dejando a las claras el carácter posesivo de su amor por ese hombre.
Angustia y un toque de locura en los ojos de la bellísima Ellen.

SINOPSIS: Tras conocerle durante un viaje en tren, una bella mujer posesiva y celosa se casa con un escritor, y el obsesivo amor que siente por él la lleva a provocar de forma intencionada la muerte de dos seres inocentes. Cuando el esposo toma conciencia de que se ha casado con una perturbada, pretende abandonarla, pero ella se suicidará de forma que parezca un asesinato cometido por su hermanastra, a la que creía su rival.

La secuencia cumbre de la película, de noquearte dureza, comienza así...
Danny (Darryl Hickman) es el hermano pequeño de Richard y padece parálisis en las piernas. No obstante, su carácter voluntarioso y tenaz le empuja a querer nadar en el lago acompañado por Ellen.
Ellen consiente el deseo del muchacho de nadar y aprovecha la ocasión para "librarse" del estorbo de su presencia en la vida de ella y su esposo.
El pobre Danny se hunde en las aguas del lago sin ser auxiliado.
Posesiva y perturbada, Ellen no se detendrá ante nada para  eliminar obstáculos en su enfermiza obsesión por conservar el amor de Richard.
Con una criatura en sus entrañas, Ellen prepara el "accidente" de las escaleras.
En su delirante carrera hacia ninguna parte, esta mujer no duda en "asesinarse" a sí misma de tal manera que las culpas recaigan sobre su hermanastra a la que considera su rival.
El fiscal Russell Quinton (Vincent Price).
En el juicio Richard será presionado sin compasión por Russell, un fiscal con una motivación personal en la obtención de culpabilidad.
Era inevitable: Ruth aparece en el juicio como culpable de la muerte de Ellen.

COMENTARIO: Cuando hablamos de la sublimación del melodrama, rápida e inevitablemente nuestra “cultura” cinematográfica nos lleva a Douglas Sirk. Sin embargo, no fue el único capaz de elevar a la categoría de obra de arte films adscritos a este -muchas veces- menospreciado género por aquellos críticos y espectadores que consideraban su proximidad al folletín como material destinado a públicos intelectualmente poco exigentes. Pues bien, antes de que en la década de los cincuenta Sirk se convirtiera en su mejor cultivador, existió un director, John M. Stahl, que lo abordó con exquisitez y evidente talento. De hecho, aquel alemán importado por Hollywood “remakeó” años después algunos títulos que Stahl había rodado en la decada de los treinta (MAGNIFICENT OBSESSION, IMITATION OF LIFE).

QUE EL CIELO LA JUZGUE es un melodrama depurado hasta la absoluta perfección cuya arquitectura argumental se basa en el geométrico ensamblaje de sus piezas sin necesidad de argamasa; una es consecuencia de la anterior y presiona sobre la siguiente formando así un todo lógico e inexorable. No faltan además algunos elementos de thriller y toques freudianos (o más exactamente jungianos) pues algunos detalles (que dejan de serlo por su evidencia) nos ponen sobre la pista de que Ellen arrastra un complejo de Electra sobre el que pivota la trayectoria de su enfermiza y posesiva obsesión amorosa que deviene locura y maldad casi en estado puro.

El film, de narrativa suave y precisa a través de un gran flashback, contiene momentos antológicos que han quedado enganchados para siempre en nuestra memoria cinéfila, como esas imágenes de onírica belleza que muestran a la Tierney cabalgando a lomos de un caballo sobre un paisaje agreste mientras esparce las cenizas de su difunto padre (de quien evidentemente estaba enamorada), o más tarde, la noqueadora secuencia de ella en medio del lago escudándose tras unas gafas negras mientras desde la barca contempla con estatuaria frialdad el escalofriante desarrollo del ahogamiento de su tullida e inocente víctima, o cómo diseña su “caída” por las escaleras en su intentona para librarse de otro ser inocente que la estorba. Y la cumbre, ese delirio vengativo de Ellen llevado "más allá de la muerte".

Se trata probablemente del mejor trabajo de John M. Stahl (como decía al principio de este comentario, un olvidado director a reivindicar) en el que debe desta­carse asimismo un inspirado trabajo con el color como elemento dramático y la sabia utilización tanto del paisaje como de la embelesante y a la vez ambivalente belleza de Gene Tierney en el mejor papel de toda su carrera.  

SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO (It's Always Fair Weather) (USA) MGM, 1955. 101 min. Color. CinemaScope. Pr: Arthur Freed y (sin acreditar) R...