HASTA QUE LLEGÓ SU HORA (Once Upon a Time in the West / C’era una volta il west)

(It.-USA) Paramount / Rafran / San Marco, 1968. 168 min. Color. Techniscope.

Pr Ej: Bino Cicogna. Pr: Fulvio Morsella. G: Sergio Leone, Sergio Donati, Dario Argento y Bernardo Bertolucci. Ft: Tonino Delli Colli. Mt: Nino Baragli. DP: Carlo Simi. Vest: Antonella Pompei y Carlo Simi. Ms: Ennio Morricone. Dr: Sergio Leone.

Int: Henry Fonda, Claudia Cardinale, Jason Robards, Charles Bronson, Gabrielle Ferzetti, Woody Strode, Jack Elam, Lionel Stander, Keenan Wynn, Paola Stoppa, Frank Wolff, Al Mulock, Michael Harvey, Benito Stefanelli, Aldo Sambrell, John Frederick, Frank Braña, Marco Zuanelli. Cameos: Don Galloway, Robert Hossein, Fabio Testi.











SINOPSIS: Mientras una mujer viaja por el Oeste al encuentro del hombre con el que se ha casado por poderes, varias historias paralelas confluirán finalmente en el hervidero humano de intereses y aventura que representa el escenario en el que se está construyendo el ferrocarril.









COMENTARIO: Epopeya westerniana de ambicioso calado desde la que Sergio Leone nos habla del final de la frontera (estamos en las postrimerías del siglo XIX) y de cómo un país en evolución comenzaba a deshacerse de los viejos métodos que contribuyeron a su nacimiento como nación y, por ende, de aquellos personajes que conformaron el paisaje histórico, tipos cuyo proceder ya no era necesario ni conveniente (progreso versus leyenda) para defender los intereses capitalistas de los “civilizadores”.

La película comienza con una larga secuencia sin diálogo de portentoso diseño en la que el realizador conseguía depurar la enfática y estilizada narrativa que dio entidad a sus tres películas con Clint Eastwood (la denominada trilogía del dólar) hasta elevar esa concepción de puesta en escena a cotas de un virtuosismo formal -nada gratuito- que desde ese momento y hasta el desenlace de la narración tiene, en su vertiente más fúnebre, el propósito de crear la atmósfera adecuada para el retrato de un agónico periodo terminal. Y lo consigue mediante una recargada escenografía, un montaje segmentador (estructurado con el uso combinado -no por exhaustivo menos inteligente- de grandes planos generales y primerísimos encuadres de rostros hieráticos en un crescendo de tensión) y una cámara que en determinados momentos se mueve con geométrica ampulosidad creando y deshaciendo espacios en un fantasmagó­rico ballet con los actores. El efecto es un peculiar y ajaponesado sentido del ritmo consistente en el estiramiento del tempo hasta límites que pueden resultar exasperantes.

Por otro lado, HASTA QUE LLEGÓ SU HORA vino a desbaratar esa afirmación de que Leone era el anti John Ford, algo que podría aplicarse a sus anteriores westerns. De hecho, en el que comentamos no solo existen claros y reverenciales homenajes al cine de Ford (por ejemplo, a CENTAUROS DEL DESIERTO) sino que también aparecen referencias de otros westerns clásicos como RAÍCES PROFUNDAS de George Stevens (el entierro de la familia McBain), SOLO ANTE EL PELIGRO de Fred Zinnemann (la espera en la estación de los tres pistoleros), o CUARENTA PISTOLAS de Sam Fuller (en el referido uso de planos largos interrumpidos con primerísimos planos).   

En el terreno actoral cabe destacar la audaz elección de Henry Fonda, cuya gloriosa trayectoria profesional encarnando hasta entonces personajes positivos e íntegros le había convertido en el prototipo del americano impóluto, para incorporar al frío y malvado Frank, sicario a sueldo del ferrocarril. Se buscaba así frente al espectador una excitante ambigüedad al chocar frontalmente el físico y estilo interpretativo de este gran actor con su personaje. A este respecto, su primera aparición en la película llega a resultar traumática. Quizá la figura más discutible sea la de “Armónica” (Charles Bronson), el enigmático y silencioso pistolero surgido de la nada que recorre la trama como un letal fantasma del pasado y cuya entidad y motivaciones, en aras de mantener el misterio, se mantienen ocultas y no son rebeladas hasta ese enfrentamiento final con Frank.

Entre las numerosas curiosi­dades que ofrece esta película, señalar también que Jason Robards da vida a un tipo, Cheyenne, que bien podría considerarse un claro precedente del Cable Hogue peckinpahniano que haría un año después, y comprobar que por primera vez en el cine de Sergio Leone aparece en toda su importancia un hermoso personaje femenino, la valerosa y pragmática Jill (Claudia Cardinale), auténtica fuerza centrípeta que atrae la trayectoria de los demás.

Nota: en su día, en España, se estrenó una versión salvajemente mutilada que rompía la barroca arquitectura del film y desvirtuaba algunos de sus contenidos hasta hacerlos casi desaparecer. En cualquier caso, en su versión más larga conocida hasta la fecha, aún muestra bruscas (y sospechosas) elipsis narrativas, probablemente no imputables al autor.

Otra nota (para curiosos): El actor de origen canadiense Al Mulock que interpreta a uno de los tres pistoleros que esperan a “Armónica” en la estación durante la larga secuencia de los títulos de crédito y que ya había trabajado con Leone en EL BUENO, EL FEO Y EL MALO, se suicidó durante el rodaje, arrojándose por la ventana de su habitación en el hotel de Guadix donde se alojaba.

DUBLINESES (The Dead)

(USA-Ir) Vestron / Zenith / Liffey Film / Channel 4/Delta, 1987. 86 min. Color.

Pr Ej: William J. Quigley. Pr: Wieland Schulz-Keil y Chris Sievernich. G: Tony Huston, basado en el último relato de “Dublineses” de James Joyce. Ft: Fred Murphy. Mt: Roberto Silvi. DP: Stephen Grimes y Dennis Washington. Vest: Dorothy Jeakins. Ms: Alex North. Dr: John Huston.

Int: Angelica Huston, Donal McCann, Dan O‘Herlihy, Helena Carroll, Cathleen Delany, Rachel Dowling, Katherine O“Toole, Donal Donnelly, Bairbre Dowling, Maria Hayden, Cormac O‘Herlihy, Colm Meaney, Sean McClory, Maria Kean, Ingrid Craigie.










SINOPSIS: En el Dublin de principios del siglo XX, Gabriel y su esposa Greta asisten a la cena anual que organizan dos ancianas hermanas que gustan de invitar a familiares y amigos y en la que se charla, se recuerda, se recita y se canta.










COMENTARIO: Esta sería la última película que rodara John Huston, septuagenario y gravemente enfermo, una inteligente y exquisita adaptación de un texto de Joyce llevada a cabo por su hijo Tony, y que el autor de FAT CITY afrontó con lucidez no exenta de melancolía. Un testamento que es a la vez una conmovedora reflexión sobre el (sin)sentido y fugacidad de la vida, cuando lo más fortuito puede repentina­mente descubrir nuestra ignorancia e inutilidad frente al ser amado, “raptado” ante nuestros ojos por la memoria y una canción. Un film profundamente bello y triste, cuya emocionante perfección deriva de un estilo narrativo tan limpio como en apariencia sencillo en el que la intensidad dramática de algunos momentos llega a conmover y trastocar casi tan profundamente como la balada que escucha Gretta Conroy (maravillosa Anjelica Huston) en la escalera.

Próximo el tránsito final, con ese último destello de clarividencia que nos reconcilia con nosotros mismos tras una vida intensamente vivida, era inevitable que Huston sintiera la imperiosa necesidad de hacer esta película que en su forma y contenido se nos revela tan hermosa como desoladora.

 VERTIGO / DE ENTRE LOS MUERTOS (Vertigo)

(USA) Paramount/Alfred Hitchcock, 1957-58. 128 min. Color. VistaVisión.

G: Alec Coppel, Samuel Taylor y Maxwell Anderson (sin acreditar), basado en la novela "D'entre les morts" de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Ft: Robert Burks. Mt: George Tomasini. DA: Hal Pereira y Henry Bumstead. Vest: Edith Head. Ms: Bernard Herrmann. Títulos: Saul Bass. Pr y Dr: Alfred Hitchcock.

Int: James Stewart, Kim Novak, Barbara Bel Geddes, Tom Helmore, Henry Jones, Konstantin Shayne, Raymond Bailey, Ellen Corby, Lee Patrick, Paul Bryar.












SINOPSIS: Un detective policía que padece acrofobia, causa involuntariamente la muerte de su compañero cuando ambos perseguían a un delincuente por los tejados de San Francisco. Retirado de servicio, es requerido por un antiguo amigo que le propone seguir a su esposa aparentemente poseída por el espíritu de una antepasada. En su labor, se enamora de la dama y tras salvarla de un primer intento de suicidio no podrá finalmente impedir (a causa otra vez de su vértigo) que ella se arroje desde un campanario. Convaleciente de un profundo abatimiento, el policía encontrará otra mujer cuyo parecido físico con la suicida le empujará a reconstruir en ella la imagen exacta de aquella. Pero...













COMENTARIO: Tras unos hipnóticos y endiablados títulos de crédito que inoculan inquietud al espectador se sucede un breve y angustioso prólogo por los tejados de San Francisco que se cierra trágicamente con un policía muerto y el detective Scottie colgando sobre el abismo. Fundido a negro y elipsis temporal: vemos a nuestro protagonista en el apartamento de su amiga Midge tratando de mitigar un estado de frustración y abatimiento por su sentimiento de culpa. Pronto sabremos que la crisis moral que ha hundido a este personaje en una enfermiza apatía será aprovechada e instrumentalizada por su amigo el naviero para tejer las redes de un elaborado plan de asesinato. Estos son los elementos de arranque que Hitchcock despliega con sabiduría y que sitúan al detective en paro en un propiciatorio plano de inferioridad ejerciendo (sin saberlo) como elemento de coartada y víctima indirecta en un orquestado recorrido que le conducirá, por la irrupción del azar, a su completa desintegración. 

En VERTIGO/DE ENTRE LOS MUERTOS será la programada aparición de una rubia de felina belleza, silenciosa, distante, inaccesible, evanescente como una heroína de Poe, perfecta encarnación de lo imposible, la que despertará en nuestro protagonista-víctima una cegadora pasión que le acercará en una primera fase a la constatación de su impotencia, para posteriormente hundirle en una lacerante obsesión con ribetes de necrofilia. Esto ocurre cuando intenta insensatamente remodelar en materia real la imagen de un sueño.

En este film en verdad perturbador (sin duda, el más profundo, fascinante y sensorial de Alfred Hitchcock), los fantasmas particulares, los complejos y obsesiones que habitaron el neblinoso invernadero del mundo interior del autor de ENCADENADOS, emergen de entre las grietas provocadas en la superficie más o menos esmaltada de la historia que cuenta y, lejos de interferir en su lineal desarrollo, la somete por el contrario, a un proceso de enriquecimiento, consiguiendo a partir del planteamiento del conflicto entre realidad e ilusión, una obra maestra de profunda y escalofriante belleza.

James Stewart, en su difícil y complejo personaje, consiguió sin lugar a dudas la mejor interpretación de su carrera, así como la adecuada elección de Kim Novak (pese a que su personaje estuviera previsto en principio para Vera Miles) hace casi imposible imaginar su doblete Madeleine-Judy con otros rasgos y estilo ajenos a la belleza y gatuna displicencia de esta actriz.

SIEMPRE HACE BUEN TIEMPO (It's Always Fair Weather) (USA) MGM, 1955. 101 min. Color. CinemaScope. Pr: Arthur Freed y (sin acreditar) R...