DUBLINESES (The Dead)

(USA-Ir) Vestron / Zenith / Liffey Film / Channel 4/Delta, 1987. 86 min. Color.

Pr Ej: William J. Quigley. Pr: Wieland Schulz-Keil y Chris Sievernich. G: Tony Huston, basado en el último relato de “Dublineses” de James Joyce. Ft: Fred Murphy. Mt: Roberto Silvi. DP: Stephen Grimes y Dennis Washington. Vest: Dorothy Jeakins. Ms: Alex North. Dr: John Huston.

Int: Angelica Huston, Donal McCann, Dan O‘Herlihy, Helena Carroll, Cathleen Delany, Rachel Dowling, Katherine O“Toole, Donal Donnelly, Bairbre Dowling, Maria Hayden, Cormac O‘Herlihy, Colm Meaney, Sean McClory, Maria Kean, Ingrid Craigie.










SINOPSIS: En el Dublin de principios del siglo XX, Gabriel y su esposa Greta asisten a la cena anual que organizan dos ancianas hermanas que gustan de invitar a familiares y amigos y en la que se charla, se recuerda, se recita y se canta.










COMENTARIO: Esta sería la última película que rodara John Huston, septuagenario y gravemente enfermo, una inteligente y exquisita adaptación de un texto de Joyce llevada a cabo por su hijo Tony, y que el autor de FAT CITY afrontó con lucidez no exenta de melancolía. Un testamento que es a la vez una conmovedora reflexión sobre el (sin)sentido y fugacidad de la vida, cuando lo más fortuito puede repentina­mente descubrir nuestra ignorancia e inutilidad frente al ser amado, “raptado” ante nuestros ojos por la memoria y una canción. Un film profundamente bello y triste, cuya emocionante perfección deriva de un estilo narrativo tan limpio como en apariencia sencillo en el que la intensidad dramática de algunos momentos llega a conmover y trastocar casi tan profundamente como la balada que escucha Gretta Conroy (maravillosa Anjelica Huston) en la escalera.

Próximo el tránsito final, con ese último destello de clarividencia que nos reconcilia con nosotros mismos tras una vida intensamente vivida, era inevitable que Huston sintiera la imperiosa necesidad de hacer esta película que en su forma y contenido se nos revela tan hermosa como desoladora.

10 comentarios:

  1. Para clausurar su carrera -y su vida- Huston nos ofreció un hermoso legado, emocionante y melancólico. Cuando llega ese nevado final siempre se me inundan los ojos y al cerrarlos ruedan por mis mejillas un par de lágrimas; no lo puedo evitar.

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    1. Entiendo y comparto esa reacción que te provoca un anciano y enfermo Huston, alejado ya del estilo vigoroso de su cine, consiguiendo, no obstante, raptarnos emocionalmente (es decir, a mí también) con esta reflexiva y evocadora película de sosegada narrativa y un ineludible aire mortuorio.

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  2. Un desenlace tan poderoso que queda grabado en la retina del alma: la vida es banal, no tiene sentido. Es una sucesión de acontecimientos que conducen siempre al abismo de la oscuridad eterna. La nieve cae sobre la tierra y seguirá cayendo cuando ya no estemos. Huston nos recuerda lo que todos seremos dentro de un tiempo: nada.
    Haces mencion Teo, al film Fat City.Tienes alguna reseña sobre el mismo? Es tan maravilloso !, y me estremezco en recordar a Oma, ese portento de personaje. Huston...cuanto nos ha dado, cuanto se le añora. Y disculpa el entusiasmo de mi comentario del film de Leone no mencionando a un John Ford que es el director por excelencia que nos ha abierto un enorme camino. Era noche ,cansada pero leerte y ver tu coleccion de imagenes me dio un subidon preciso y necesario. Un abrazo fuerte Teo, y gracias❤

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    1. Esa cogitación expresada en el primer párrafo de tu comentario resulta en verdad el desoladora porque es el sentido último del relato tan maravillosamente trasladado a la pantalla por Huston.
      Sí, hace algo más de un año, el 24 de agosto de 2021, hablé de FAT CITY en mi muro. No obstante, te lo reproduzco aquí:
      "Huston se acercó en esta ocasión a un mundo que él conocía muy bien (entre otras cosas, fue boxeador antes que guionista y realizador) y partiendo de ahí, realizó una indiscutible obra maestra profundamente sentida, sincera y hermo­sa. Poesía de la terquedad, el fracaso, la soledad, el olvido y la desesperación, formulada en imágenes tersas y justas, iluminadas por el formidable Conrad Hall y el aplanador sol de Stockton. Pocas veces, el que esto escribe, recuerda haber sido golpeado desde la pantalla con tanta fuerza como con ese repen­tino, leve zoom (en la última secuencia de la película) hacia el rostro de Tully (Stacy Keach) apoyado en la barra del bar, rodeado de rostros desecados, acabados e indiferentes, tomando conciencia de sí mismo, de su final".
      Por favor, no tienes por qué disculparte solo por plasmar tu opinión a la hora de valorar el western de Sergio Leone. Para eso estamos aquí, no?
      Un abrazo.

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  3. La extraordinaria escena final, donde ambos boxeadores se encuentran y comparten un café, es una síntesis perfecta del modo de narrar de Huston, y del sentimiento que ponen de manifiesto las imágenes a lo largo de todo el filme.
    Como disfruto cuando puedo ..leerte Teo.

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    1. En primer lugar, deseo agradecer tus visitas a este blog. Si en ocasiones lo que escribo te proporciona disfrute, pues yo encantado y con motivos para seguir.
      Esa escena final de FAT CITY a la que hemos aludido tiene el efecto de un mazazo para el espectador cuando esos dos hombres, especialmente Tully, (Stacy Keach) y el joven Ernie (Jeff Bridges) comprenden en la barra del bar que sus vidas ya no tienen escapatoria ni esperanza, cuando asumen callada y dolorosamente su fracaso y el zoom se precipita sobre el rostro inerte de Tully. Hermoso y terrible final de trayecto. The End.
      Un abrazo.

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  4. Una de las películas más melancólicas y exquisitas que he visto. Una suerte de viaje al más allá en un vuelo etéreo, tranquilo y bellísimo. Un auténtico maestro a la hora de hablarnos del animal humano. Un enorme abrazo maestro.

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    1. Hola, Francisco. Reapariciones como la tuya siempre se agradecen y aportan carburante.
      En efecto, a Huston lo que le gustaba en sus películas era dar forma a la naturaleza humana. Y lo hizo en diferentes claves a lo largo de su apasionante trayectoria, casi siempre apoyado en textos previos que le ofrecían esa posibilidad. Aquí, como rúbrica final, apoyado en Joyce, con la suavidad descriptiva de un calígrafo chino, supo sublimar el acontecimiento, transformar un sencillo episodio en una reflexión final, un aflictivo retorno a algo enterrado en la memoria (sustituyendo la magdalena de Proust por una balada irlandesa) que desnuda de sentido nuestro absurdo paso por la vida.
      Un saludo.

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