LOS DIEZ MANDAMIENTOS (The Ten Commandments)
(USA) Paramount / Cecil B. De Mille, 1955-56. 219 min. Color. VistaVision.
Pr: Henry Wilcoxon. G: Aeneas MacKenzie, Jesse Lasky Jr., Jack Gariss y Frederick M. Frank, basado en las siguientes fuentes: “Principe de Egipto” de Dorothy Clarke Wilson, “Columna de fuego” de Rev. J.H. Ingraham, “En las alas del águila” de Rev. A. E. Southon y en el Antiguo Testamento. Ft: Loyal Griggs, J. Perevell Marley, John Warren y Wallace Kelley. Mt: Anne Bauchens. DA: Hal Pereira, Walter Tyler y Albert Nozaki. EE: John P. Fulton. Vest: Edith Head, Ralph Jester, John Jensen, Dorothy Jeakins y Arnold Friberg. Ms: Elmer Bernstein. Dr: Cecil B. DeMille.
Int: Charlton Heston, Yul Brynner, Anne Baxter, Edward G. Robinson, Yvonne de Carlo, Debra Paget, John Derek, Nina Foch, Cedric Hardwicke, Martha Scott, Vincent Price, Judith Anderson, John Carradine, Olive Deering, Douglas Dumbrille, Henry Wilcoxon, Frank de Cowa, Edward Franz, Julia Faye, Donald Curtis, H.B. Warner, Woody Strode, Ian Keith, Lawrence Dobkin, John Miljan Algunos figurantes posteriormente famosos: Clint Walker, Mike Connors, Robert Vaughn, Michael Ansara, Patricia Hitchcock.
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El recién nacido es confiado por su madre Jocabed (Martha Scott) a las aguas del Nilo. |
La sirvienta Memnet (Judith Anderson), única testigo de cómo la princesa Bithia (Nina Foch) rescata del Nilo a un bebé israelita que adoptará y al que llamará Moisés.
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Aquel niño rescatado de las aguas ha crecido y ahora es el príncipe Moisés (Charlton Heston). |
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Moisés, como experto estratega, proporciona al faraón victorias ante sus enemigos y enormes riquezas para Egipto. |
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Sin embargo, el príncipe Ramsés (Yul Brynner) es el destinado a suceder a su padre en el trono. |
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La sensual y ambiciosa Nefertari (Anne Baxter), designada como consorte del próximo faraón, utiliza con inteligencia sus evidentes encantos para conseguir lo que desea. |
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El malévolo y sibilino Datán (Edward G. Robinson), capataz de los obreros israelitas, pasa algún apuro cuando pretende sacar ventaja. |
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Al anciano faraón Seti (Cedric Hardwicke) se le plantea un dilema a la hora de decidir cuál de sus dos hijos heredará su trono, el biológico Ramsés, o el adoptado por su hermana Bithia, Moisés. |
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Con frecuencia, la rivalidad entre los dos "hermanos" resulta notoria. |
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Nefertari desprecia a Ramsés y ama a Moisés. Un sentimiento que traerá problemas. |
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La recalcitrante Memnet, sabedora del ocultado origen de Moisés, decidirá intervenir para equilibrar la balanza a favor de Ramsés. |
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Estas son las dramáticas consecuencias cuando se desvela el secreto. |
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Una vez descubierto su origen, Moisés decide unirse a los suyos en la desgracia, trabajando como uno más en las duras tareas que se les impone. |
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Nefertari se siente traicionada y herida en su orgullo cuando se descubre el origen humilde e israelita del príncipe Moisés. |
SINOPSIS: Todos los avatares que configuraron la historia de Moisés, desde su nacimiento, su adopción por la hija del faraón y su posterior toma de conciencia hasta convertirse en el líder de los israelitas esclavizados por Egipto, su liberación y conducción jalonada de prodigios a través del desierto hasta la tierra prometida.
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Canónica pose promocional de Yul Brynner y Anne Baxter. |
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La bella Lilia (Debra Paget) que trabaja como aguadora, es requerida por el joven tallista Josué (John Derek). |
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Sin embargo, también Datán, desde su privilegiado puesto, ha puesto sus ojos en Lilia. |
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Josué y Lilia se la juegan en el contexto en que se mueven. |
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Datán, que finalmente ha conseguido a Lilia como su concubina, tiene enfrentamientos con el impulsivo Josué. |
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Esta es Séfora (Yvonne de Carlo), que se convertiría en la esposa del malhadado Moisés. |
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Una vez desterrado de Egipto, Moisés es salvado in extremis e inicia una nueva vida entre beduinos, ovejas y zarzas ardientes en las faldas del monte Sinaí. |
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Aquí tenemos a John Derek posando con los atuendos de su personaje sobre un fondo ad hoc. |
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La madre biológica de Moisés tiene una decisiva conversación con la adoptiva. |
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El faraón Ramsés, forzado por su despechada esposa a rectificar su decisión de dejar marchar a los israelitas, ahora los persigue. |
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Moisés, que tiene a Jehová de su parte, consigue su gran momentazo cuando subido sobre una roca, al frente del pueblo israelita, consigue abrir las aguas del mar Rojo para pasmo de todos (espectadores incluidos). |
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He aquí el espectacular y salvador resultado. |
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Ante tamaña desproporción de fuerzas, finalmente se da por vencido. |
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Con las Tablas de la Ley aún calientes tras su grabación a fuego. |
COMENTARIO: El depurado “primitivismo”, colorista, avasallador y estrictamente cinematográfico que Cecil B. DeMille aplicaba a la puesta en escena en su vertiente colosalista (un estudio aparte merecerían sus dramas desatados y audaces comedias del periodo mudo), su capacidad para armonizar la desmesura, su afición y evidente talento para transformar la Historia y la Religión en puro espectáculo y melodrama, convierten películas como SANSÓN Y DALILA, EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO o LOS DIEZ MANDAMIENTOS (versión 1956) en impagables monumentos al "entretenimiento" reforzados muchas veces, eso sí, por un entramado de propuestas atrevidas pese a no estar siempre situadas en la superficie. A propósito de esto, conviene reparar en el subversivo concepto que DeMille tenía del erotismo.Por todo ello, no podemos dejar de reconocer la efectividad y sabiduría de ese (aparente) primitivismo conceptual y narrativo de su cine que le serviría para llegar siempre, sin perder virtudes, al "corazón" de todos los públicos. Podría decirse que las películas de De Mille (esas a las que nos referimos), mal que les pese a sus detractores, representan el clasicismo cinematográfico por excelencia.
Centrándonos ahora en LOS DIEZ MANDAMIENTOS, es probablemente la superproducción más ambiciosa de toda su carrera y el mejor ejemplo de lo que decimos. Un ejército de guionistas (acreditados y sin acreditar), diseñadores y técnicos movidos por unas premisas muy claras: conseguir armonizar todas las fuentes (algunas supuestamente bíblicas) de las que bebían para conseguir un armazón dramático que sostuviera y justificara toda una variopinta cascada de acontecimientos. Para el caso, una delirante “reinterpretación” de la Biblia, que logra conjugar envidias fraticidas, amores despechados, secretos desvelados, ansias de poder, ambiciones políticas y prodigios sobrenaturales (con la pièce de résistance que constituye la secuencia del paso del mar Rojo) con desarmante lógica, una lógica que empieza y termina en la película.
De lo expuesto puede desprenderse que estamos ante una concepción del cine que se ha perdido para siempre, triste pero inevitable, relegada a las páginas de la Historia por la hueca pirotecnia de la era digital que aturde y subyuga a las nuevas audiencias.
El estreno español de LOS DIEZ MANDAMIENTOS en las navidades de 1959, está grabado en mi memoria como uno de los grandes momentos de mi niñez y aún hoy, tras haber vuelto sobre la película de DeMille una veintena de veces, sus poderosas imágenes continúan fascinándome.