MI NOCHE CON MAUD (Ma nuit chez Maud)
(Fr) Les Films du Losange / Les Films du Carrosse / P. de la Gueville / Renn / Les Films de la Pléiade / FFF/ Les Films des Deux Mondes, 1969. 110 min. BN.
Pr: Pierre Cottrell y Barbet Schroeder. Ft: Néstor Almendros. Mt: Cécile Decugis. DA: Nicole Rachline. G y Dr: Éric Rohmer.
Int: Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault, Antoine Vitez, Léonide Kogan, Anne Dubot, Marie Becker.
Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant) es un ingeniero de 34 años, católico practicante, recién regresado a Francia después de varios años en América. |
Durante una misa, Jean-Louis descubre entre los asistentes a una muchacha rubia, Françoise (Marie-Christine Barrault) y le gusta hasta el punto de seguirla por la ciudad. |
El encuentro casual con su antiguo amigo Vidal (Antoine Vitez) le lleva hasta la casa de Maud (Françoise Fabian), una bella divorciada con poca suerte con los hombres. |
La velada en casa de Maud discurre entre placenteras discusiones sobre religión, moral y mujeres. Resulta evidente que Vidal está enamorado de ella pero con escasas posibilidades. |
Maud, entre coqueta y cansada, se acuesta sin despedir a los dos amigos que charlan con ella hasta que un desalentado Vidal decide irse. |
Jean-Louis, reticente al principio, acaba aceptando la insistente invitación de Maud para que pase la noche en su casa ante la nevada que está cayendo sobre la ciudad. |
Comparten la cama, sin embargo Jean-Louis, tal vez para contradecir las expectativas de su amigo y de Maud, no llega a hacer el amor con ella. |
Por la mañana las cosas se ven de otra manera... y la defraudada Maud le recrimina su inoportuno y poco creíble puritanismo. |
Jean-Louis vuelve a coincidir con Françoise pues Clermont-Ferrand es una ciudad pequeña. Esta vez le propone abiertamente una cita y la muchacha acepta. |
Ahora, nuestro hombre vascula sentimentalmente entre dos mujeres muy diferentes. |
Françoise representa para Jean-Louis el prototipo de la esposa que desea. Ambos son católicos y creen sentirse identificados en muchos puntos. |
Una excursión por la nieve y mire usted por dónde, afloran las contradicciones. |
A la intemperie, con la ciudad nevada al fondo, es el momento de las confesiones... o no tanto. |
Los católicos Jean-Louis y Françoise y la agnóstica Maud, de condición burguesa, en cuya andadura tiene mucho que ver el azar, son observados y analizados por la mirada analítica y reflexiva de Eric Rohmer, maestro de la transparencia expositiva, de lo diáfano, a través de una cámara tan precisa como discreta. Los vemos hablar, relacionarse, discutir, improvisar mentiras, rectificar o amoldar sus planes y actitudes empujados a veces por situaciones y desenlaces no previstos, encuentros fortuitos, apuestas y propuestas. Todo un "documental", meticuloso y honrado, sobre unos seres humanos -aquí, intelectuales de extracción burguesa- atrapados en sus ideologías, no exentas de contradicciones, que mediatizan su comportamiento en un itinerario moral no por coherente, menos triste y desalentador en su epílogo (Jean Louis y Françoise, ya casados, en su encuentro final con Maud en la playa descubren algunas pequeñas mentiras y estúpidos ocultamientos del pasado que deciden taponar con un turbado silencio y una nueva pequeña mentira.
La serie de los "Cuentos morales" se completaría con la magnífica y complicada comedia que es LA RODILLA DE CLAIRE (1970) y ese introspectivo y lúcido epílogo titulado EL AMOR DESPUÉS DEL MEDIODÍA (1972).
Las cuatro películas de Eric Rohmer que conozco de la serie "Cuentos morales", son como partidas de ajedrez en las que los movimientos de las distintas piezas tal vez no se atengan a unas reglas fijas, aunque yo diría que sí, por lo que el resultado es previsible. Parece como si conociéramos a los personajes y sus mecanismos mentales y supiéramos por dónde van a girar. Pero me apasionan, eso sí es verdad.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque adivinemos el desenlace de la peripecia (puesto que la película se atiene al esquema mencionado en mi comentario), el desarrollo es, efectivamente, lo apasionante con esos diálogos, gestos, movimientos sutiles, en suma, las relaciones de los personajes compuestas de pequeños detalles significativos que van componiendo la partida en el tablero donde se mueven las piezas en juego y que aportan los elementos de juicio que necesitamos para conocerlos mejor.
EliminarUn saludo para ti.
Me gusta mucho el personaje de Maud tan madura y seductora y como sabe diagnosticar las contradicciones de Jean-Louis. Siempre me ha intrigado que una mujer tan atractiva e interesante persista en sus intentos de seducción a pesar de la reticencia inicial del personaje masculino que encuentro verdaderamente anticlimática y que anuncia el rechazo final. Lo razonable para Maud en mi opinión hubiera sido dejarle irse a su casa con nieve y todo (tú te lo pierdes por tonto). Una mujer así merece ilusión y entusiasmo desde el principio.
ResponderEliminarNo es mi preferida de Rohmer, quizás porque el debate religioso central no me interesa tanto como los que se discuten en otras de sus películas. No obstante tiene mucho interés como casi todas las obras de este autor. Cuando trabajaba en el aeropuerto a veces pasaba por una puerta de embarque de Air Nostrum que anunciaba un vuelo a Clermont-Ferrand (¡tienen hasta aeropuerto!). Era una verdadera tentación porque en la película hacen verdaderos recorridos por sus calles y sería tan interesante ver cómo ha cambiado y hacer fotos.
Un saludo.
Cuando Maud confiesa que no tiene suerte con los hombres he de atenerme a la acerrtada definición que haces de esa magnífica mujer; está claro que son ellos los que nunca han estado a su altura, y por otro lado sospechamos que ella siempre se ha conformado con los que revoloteaban a su alrededor sin buscar más allá y más arriba.
EliminarCreo que ese encorsetado Jean-Louis es uno de los personajes masculinos más "odiosos" de la filmografía de Rohmer. Es que en su actitud ante Maud dan ganas de abofetearle. Claro que en su pecado lleva la penitencia y, respecto a él, esa secuencia final en la playa la considero como la intervención de la justicia poética, aunque sumamente injusta para Maud por su confesado nuevo fracaso matrimonial.
Jajja! Mantengamos la esperanza de visitar algún día Clermont-Ferrand (en Navidad) y pasear por sus nevadas calles. Tal vez, a pesar del tiempo transcurrido desde 1969, podamos asistir a la misa del gallo y reconocer algunos otros escenarios rohmerianos.
Saludos.
Es una película muy triste y el protagonista es un idiota de la peor especie, de los que engañan y se engañan a sí mismos con falacias intelectuales para justificar su cobardía y su hipócrita postura ante la vida. Además, para rematar esa antipatía que crea el personaje, es de los de "misa de doce".
ResponderEliminar¿Ves, J.L.? Por ahí vamos bien y esta vez tu "agresividad" verbal está dosificada y bien encauzada y porque, además, en lo que a mí concierne, estamos de acuerdo: ese Jean-Louis es un personaje entre abominable y patético.
EliminarHablar de Rohmer, es hacerlo del más intelectual de los directores de la nouvelle vague lo que ha limitado su público, está claro. "Mi noche con Maud", precisamente la he visto no hace mucho repasando la filmografía del autor. No es mi favorita, aunque he de reconocer su maestría a la hora de hacernos llegar su "mensaje", los diálogos francamente soberbios (como siempre en el creador, del "Rayo Verde", "La Coleccionista", "La rodilla de Claire" y tantas otras) pero el espectador tiene que estar instruido un mínimo para saber quién es Pascal y haber tenido en sus manos y hojear al menos sus "Pensamientos".
ResponderEliminarSuscribo al pie de la letra, lo que dice Maribel, sobre el personaje de Maud, mujer culta, atractiva, seductora, pero parece ser sin suerte en el amor o las relaciones de pareja, lo interesante de ella, es que no se rinde y demuestra su elegancia y valentia hasta el final de la peli, es una mujer espontánea y en el monologo con Jean Louis, siempre le da jaque-mate, pero sí, no entiendo ese esfuerzo por querer llevarse a la cama, a un señor tan gélido y con un discurso tan aburrido. El personaje de Trintignant, frío, odioso y me atrevería a decir que inseguro, sólo podemos soportárlo gracias al buen hacer del magnifico actor frances.
El final de la peli, para alguien no familiarizado con las pelis de Rohmer, puede parecer "poético" aunque yo lo encuentro del todo malvado, es triste ver a ese Jean Louis, con su mochilita, su niño y su rubia-católica, ver alejarse por un sendero cuesta arriba a esa impecable Maud, sin perder un ápice de elegancia y seguridad en si misma.
El travelling por Clemont-Ferrant, impecable, lo conozco de paso, es un pueblo con el encanto de los pueblos franceses , tiene una catedral y una ópera... aunque jamás he asistido a la Misa del Gallo.
El perspicaz juicio de Maribel sobre Maud y tu comentario, Susan, son, además de complementarios, acertados y doblemente interesantes por provenir ambos de vosotras, dos mujeres. Entendéis muy bien a esa valiosa Maud que tiene, eso sí, la carencia de no saber elegir a los hombres. Lo que, efectivamente, hace odioso a Jean-Louis es su comportamiento sujeto o determinado por su ideología y la actitud que le inspira esa manera de ver la vida. Aunque MI NOCHE CON MAUD no sea una película sobre el enfrentamiento marxismo-cristianismo, ni sobre el jansenismo ni cualquiera de las teorías de las que los personajes hablan a lo largo de la trama, es evidente que todas esas ideas pesan sobre unos y otros de manera muy diversa, condicionándolos.
EliminarEstamos ante un cuento moral sobre personas intelectuales, con estudios universitarios, que manejan con naturalidad una terminología que, como tú apuntas, pudiera escapar a una parte del público, pero no es en ningún caso una película intelectual (ya lo digo en mi post). Es cine de narrativa pura y cristalina, cine como pudiera ser el de Rosellini, o el de Haward Hawks; solo que los personajes no son de 1880 ni viven en Río Bravo, sino en el burguesito e invernal Clermont-Ferrand de 1969.
No obstante, para terminar, creo que todas sus "teorías", todas sus algo petulantes batallas dialécticas no son sino pantallas, escudos, tras los que se parapetan para disimular o "justificar" su desorientación, sus miedos e inseguridades (ahí vuelves a acertar).