GERTRUD (Gertrud)
(Din) Palladium / Pathé Contemporary, 1964. 116 min. BN.
Pr: Jørgen Nielsen. G: Carl Theodor Dreyer, basado en la obra teatral de Hjalmar Söderberg. Ft: Henning Bendtsen y (sin acreditar) Arne Abrahamsen. Mt: Edith Schlüssel. DA: Kai Rasch. Vest: Berit Nykjaer y M.G. Rasmussen. Ms: Jørgen Jersild. Dr: Carl Theodor Dreyer.
Int: Nina Pens Rode, Bendt Rothe, Ebbe Rode, Baard Owe, Axel Strobye, Anna Malberg, Edouard Mielche, Lars Knutzon.
SINOPSIS: Gertrud forma un enfriado matrimonio con un abogado aspirante a ministro al que confiesa -en el arranque de la historia- que desea abandonarle porque ya no le ama. Ella vive en esos momentos una romántica relación con un joven pianista que no la merece. Al mismo tiempo, entra en escena un aclamado poeta, antiguo amante de Gertrud largos años ausente, que ha vuelto a la ciudad para recibir un homenaje.
Han pasado los años, toda una vida, y ahora una solitaria y envejecida Gertrud recibe la visita de su leal amigo Axel (Axel Strøbye). |
Nina Pens Rode (solo rodó seis films) encarnó con extraordinaria precisión a Gertrud. |
COMENTARIO: Si esta película, además de representar una experiencia única para el espectador, resulta fascinante no es sólo por la belleza que desprenden sus imágenes y su absoluta precisión. Su fascinación –que no es hipnótica porque nos permite reflexionar– reside en el poder de sugerencia, en la riqueza de contenido y en la profundidad a la que llega en el estudio de esta mujer, Gertrud, tan exigente consigo misma como lo es con los hombres que la han amado o pretenden seguir amándola, según entienden ellos el amor (siempre desde un punto de vista egocéntrico y reductor).
Esta mujer, Gertrud, podría parecer que tiene algo de espectral en su ausencia de mirada, en su lentitud gestual, en los suaves y escasos desplazamientos dentro del encuadre (casi siempre supeditado a ella), tratando de evadirse, de desconectarse del presente, de la realidad. Sin embargo, lo interpreto como manifestaciones de su consciencia. Su implacable concepto del amor como valor absoluto, como fuerza única no compartible, la conducirán de forma irremisible a una lúcida soledad. Y ella lo sabe. Envejecerá derrotada, definitivamente ausente.
Estamos ante un film terrible y maravilloso, de naturaleza incomparable, en el que los objetos (espejos, velas, cuadros), el decorado, la luz, el equilibrado y parsimonioso lenguaje de una cámara solemne que no necesita apenas moverse para seguir a Gertrud, conforman una armónica unidad expresiva en la que no se escapa ningún detalle de ese microcosmos frío y asfixiante en el que la protagonista se debate. Dreyer opta por componer y encuadrar ese espacio de manera “teatral” (teatro y cine, esas dos formas de expresión, se amalgaman de manera prodigiosa en la filmografía de Dreyer) para que cada elemento integrante adquiera vida propia y nos ayude a discernir, a entrever la causa de lo que allí sucede.
En suma, la sublime perfección de GERTRUD, fruto gozoso de la lucidez, el talento y el depurado dominio del lenguaje de la imagen alcanzado por Dreyer, elevan esta película a esa inmaculada cumbre del arte cinematográfico, ese walhalla apenas rozado por muy pocos maestros del cine, y que en el caso de Dreyer ponía tristemente broche final a la espaciada obra de este memorable danés.
Arte cinematográfico con mayúsculas. A partir de una puesta en escena depurada y de una virtuosa austeridad, Dreyer logra alcanzar una mística amorosa cercana a la ensoñación; pues lo que se nos presenta, y tal y como se nos presenta, trasciende el mundo de los sentidos para encaramarse sobre horizontes más elevados.
ResponderEliminarUn saludo.
Creo que lo que busca Gertrud Kanning no es tanto la mística del amor como una versión perfecta del mismo. Ella está dispuesta a darlo todo, a supeditarlo todo a ese amor y en consecuencia exige lo mismo del hombre a quien se entrega (su antiguo amor, su esposo, su amante), pero indefectiblemente es defraudada; acaba siempre siendo relegada, desplazada por los intereses, ambiciones, carreras o presunción de ellos. Todo muy terrenal.
EliminarTal vez nosotros los espectadores, bajo los (persistentes) efectos de su anterior obra ORDET, no podemos soslayar, a la hora de visionar GERTRUD, una determinada predisposición que otorga a las imágenes de esta película un halo de (como tú dices) ensoñación y misticismo. La perfección de los encuadres, la armonía y expresividad de todos los elementos que los componen, la solemnidad de la cámara y la serena forma en que lo captura todo, ese poderoso conjunto, puede sugerir un significado elevado por encima del drama personal e íntimo de esa mujer distante, evasiva, hermética, a punto de desconectarse de todo porque el mundo en el que ella vive convierte su objetivo en inalcanzable. En fin, es una forma de verlo.
Un saludo.
Tengo la sensación de que no has entendido del todo mi comentario, o tal vez no me haya explicado bien. Cuando hablo de misticismo, me refiero al modo en el que Dreyer plasma formalmente la historia de Gertrud (a través del ascetismo, la sobriedad y la renuncia más absolutas), no a lo que ella pretende, que, como dices, no es otra cosa que EL AMOR en su máxima expresión.
EliminarUn saludo.
Es muy probable que haya ocurrido lo primero. Y como mi mente, en ocasiones, da pruebas de una escasa porosidad, continúo sin pillar del todo eso del ascetismo. Entiendo que "ascetismo" es equivalente a eliminar lo accesorio y ornamental para alcanzar la perfección (expresiva, en este caso). Si "sobriedad" y "renuncia más absoluta" son sinónimos de lo ya expresado como ascetismo, de acuerdo. Pero con matices. La puesta en escena de GERTRUD, según lo expuesto, es ascética pero no desnudada; los encuadres, como ya creo que explicaba por ahí arriba, son de una estudiadísima complejidad, desde la iluminación hasta los muebles y objetos y su disposición en el plano. Hablo naturalmente de los interiores que son los que priman en esta película, porque podríamos hablar también de la secuencia del bosque (luz, árboles, sombras...). Quiero decir que existen muchos elementos manejados (algunos casi "invisibles") para cumplir una determinada función dramática a veces primordial para entender mejor el sentido último. Así, según lo expuesto, podríamos también considerar "ascética" (aunque suene a boutade) la concepción visual de EL GATOPARDO. O no?
EliminarLos personajes miran al vacío, tal vez como reflejo de su soledad. La austeridad de la puesta en escena y el brillante empleo de la iluminación conducen a una esencialidad característica de las mejores obras de Dreyer.
ResponderEliminarSaludos.
Esa aparente "austeridad" de la puesta en escena esconde una sutil coreografía (puede parecernos fría y geométrica) que aporta un lenguaje muy medido sobre la intransigente postura emocional de la protagonista en relación con los demás personajes.
EliminarUn saludo.
El retrato de una mujer libre envuelto en la apariencia de un melodrama que, bajo la superficie de su tono y ambientación gélida y desnuda esconde todo un mundo de pasiones y de búsqueda de un imposible con referencias calderonianas explícitas, como cuando Gertrud expresa de manera literal que la vida es un sueño y que todo son apariencias.
ResponderEliminarLa postura de mujer libre y, digamos, adelantada a su tiempo choca con su irrenunciable pretensión de alcanzar el amor pleno e incondicional, lo que finalmente la aboca, en su decepción, a la soledad.
Eliminar“La vida es una larga cadena de sueños” dice ella y en efecto estamos ante una referencia al poema de Calderón como explicación, también, de ese desemboque en el aislamiento por el fracaso de sus aspiraciones. Es decir, lo decíamos más arriba, la condena a la soledad absoluta.
"Ordet" y "Gertrud" son obras maestras que alcanzan un nivel de belleza y significación que resulta difícil e incluso inadecuado buscar equivalencias con la de otros maestros. La obra de Dreyer es de las que impresionan de manera muy especial como estas dos películas que he mencionado, ascéticas, sobrias, inconmensurables. Y por añadir otra de ineludible referencia, "La pasión de Juana de Arco", diferente pero también esencial.
ResponderEliminarUn saludo.
Totalmente de acuerdo, por supuesto, sin olvidarnos de la estremecedora DIES IRAE y la sorprendente VAMPYR. Pero tiene más, quizás menos conocidas pero no menos importantes. Un maestro del cine que sin duda sirvió de inspiración a muchos otros (Bergman entre ellos).
EliminarUn saludo.
Qué lejos queda todo aquello pero menuda procesión se formó en aquella época hacia Perpignan para ver esta peli... El juego que dio aquella mantequilla. Yo la vi bastantes años después y no me entusiasmó. Volví a visitarla hace algún tiempo y esta vez me gustó mucho más (señal inequívoca de que he madurado).
ResponderEliminarTriste, desesperada bajada a los infiernos. Un Marlon Brando genial. Y la música de Gato Barbieri, preciosa.
Saludos.
Sí, recuerdo aquel patético "peregrinaje" de los constreñidos españolitos de la época a los cines del otro lado de la frontera (había viajes organizados por agencias concertados con los exhibidores galos para asistir a maratones de películas prohibidas por la censura española). Cuando lo recuerdo aún me entra un sofocón...
EliminarAcceder a esta película años después de aquellas deformadoras condiciones de entonces, es una ventaja, qué duda cabe. Ayuda mucho a poder juzgarla con más "limpieza" mental. Y un título como EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS lo merece.
Un saludo.
En la vida real, tanto como en el cine y la literatura, las mujeres somos las defraudadas. En el terreno de los sentimientos siempre acaban estafándonos. Parece ser que el hombre no es una hoja perenne y eso, una mujer lúcida como Gertrud debiera saberlo y asumirlo como carencia genética en ellos. Y aún así ella busca lo absoluto durante toda su vida. La compadezco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, como aludido, mirando hacia atrás y haciendo examen de conciencia, me inclino a darte la razón. El nivel de exigencia de Gertrud, su visión del amor y de las relaciones, la distancian de la realidad. En definitiva, del mundo. Si te fijas, ella en la película casi siempre está mirando, como ida, a puntos indefinidos fuera del encuadre. Ha comprendido que nunca alcanzará lo que anhela y en consecuencia "se aparta de la vida".
EliminarUn abrazo.
Hace bastantes años que vi “Gertrud” y por aquellas fechas también pude ver “Ordet”. Debo confesar que ambas me dejaron desarmado o no sé si impresionado, creo que ambas sensaciones. Sin embargo, entonces carecía de los suficientes elementos de juicio para poder comprender y absorber con mayor profundidad su alcance y esencia. Necesitaba alimentarme de conceptos que abrieran mi diafragma mental.
ResponderEliminarComentarios como los que he leído aquí aportan lo suyo para enriquecer la visión de “Gertrud”. Por las dos películas que conozco de él, el cine de Dreyer es de otra dimensión y plantea cuestiones existenciales con una naturalidad como muy pocos han sabido hacerlo a través del tiempo en el cine. Pero sin cuestionar la película que ahora nos ocupa como obra maestra cinematográfica, sí cuestiono el papel de Gertrud como personaje en el desarrollo de esta película. Un ser humano sea hombre o mujer por mucho que se exija a sí mismo, no puede reclamar la misma autoexigencia a sus semejantes. Si bien todos lo hacemos en cierta medida, de la manera que lo lleva a cabo Gertrud parece que pierde el sentido de la dimensión de las limitaciones y carencias humanas.
Quiero sembrar con mi comentario un pequeño punto de discordia sin que esto me haga insidiosamente crítico, pues no es el caso.
Saludos.
Aquí no hemos llegado a la discordia. sin embargo, la diversidad de puntos de vista es la sal de estos foros. Hasta cuando se está de acuerdo (como Ricardo Pérez y yo en el caso de esta película) existen pequeñas diferencias de concepción a la hora de estarlo. Vamos, que llegamos a la misma meta por distintos recorridos.
EliminarCreo que para ser honesto y coherente ha de coincidir lo que exiges de ti mismo con lo que exiges a los demás, sobre todo, en el terreno del amor. Todo lo demás son componendas, concesiones, renuncias y resignación. Admito que es lo más frecuente en el ser humano porque casi todos pensamos que "más vale un tercio de algo que la mitad de nada" y carentes del rigor necesario, preferimos bajar el listón y hacer la vista gorda antes que acabar solos y derrotados en un rincón de la vida. Ni que decir tiene que la Sra. Gertrud Kanning era una mujer rigurosa e intransigente (en la más noble acepción de estas palabras) y llevó su coherencia hasta las últimas consecuencias. La manera en que Dreyer filmó a este personaje y su postura es el objeto de este post dedicado a GERTRUD.
Un saludo.
“Gertrud” no es solo una película por muy buena que pueda parecernos porque eso sería juzgarla con cortedad. Es una sensación de una duración mucho mayor que la de su metraje, tal es el cuerpo que se te queda; es toda una experiencia, como bien dices. Me pregunto cómo conseguiría Dreyer esas imágenes tan limpias y magistralmente medidas. Hitchcock también lo logró en algunas de sus películas. Dos cineastas de genial pulcritud.
ResponderEliminarSuelo granjearme la animadversión de algunos miembros de mi círculo de amistades cinéfilas cuando hablamos de “Gertrud” y llega el momento en que opino que esa Gertrud es una mujer egoísta a la que Dios castiga sin que ella misma sea consciente de ello. Entendámonos, es una manera de hablar.
Un abrazo.
Tienes razón y abundo en que el visionado de GERTRUD en un primer momento produce sensaciones que implican cierta dificultad a la hora de intentar verbalizarlas, tras finalizar la proyección (llámame antiguo por expresarme como si esta película pudiera verse aún en los cines). Abandonamos el patio de butacas conmocionados porque hemos asistido a un "milagro", casi casi como el de ORDET, pero referido a la cámara de Dreyer y su absoluta y portentosa precisión, al rigor del contenido de cada plano. A este respecto, me parece muy oportuna la equiparación entre Hitchcock y Dreyer, por ejemplo, sin ir más lejos, entre VERTIGO y ORDET.
EliminarNo obstante, en la extrema exigencia de Gertrud Kanning, en su coherencia, no encuentro egoísmo. Ella se atreve a ser libre y elegir, asumiendo el riesgo que toda postura absoluta entraña; la responsabilidad de su destino no será de nadie más que de ella.
Un abrazo.
La influencia teatral en Dreyer es total, hasta tal punto que su concepción artística, estructural y de desarrollo conforman un ejercicio ensimismado, encarcelado y profundamente subjetivo, no ya solo a nivel de personajes y dramaturgia, igualmente espacialmente y estilísticamente. Ese mundo íntimo en la forma y en el fondo deja afectado al propio desarrollo. Rebuscamiento que lo inunda todo, tanto la historia, los motivos, la trascendencia y sus personajes, e igualmente la filmación, los encuadres, el desarrollo de los planos, los movimientos, la ubicación de los actores, de los muebles, la entrada de la luz… una pura pose servidora de lo metafísico y del amaneramiento. Es cierto que su cine es diferente y para muchos incluso fascinante. Observo siempre sus propuestas como ejercicios formales de experimentación a modo de cópula entre el fondo y la forma pero desde la afectación más ceremoniosa. Por ejemplo, en las antípodas del cine japonés clásico que alcanza los rincones más íntimos del ser humano desde la sencillez más dolorosa y limpia. Instrumentos formales y esenciales inversos.
ResponderEliminarSi analizamos muchas secuencias del cine de Dreyer son un puro y duro ejercicio de recreación y amaneramiento plástico que se configura en exceso protagonista. Esa cámara estática en su anclaje o posición que muestra de modo contemplativo lo que sucede en los interiores y el deambular por la estancia de sus personajes, con solo movimientos laterales de seguimiento, en una suerte de filmación teatralizada, para otros contemplativa y depurada.
Los escasos encuadres exteriores son en muchos casos auténticas postales en búsqueda de solemnidad, dando la sensación que el discurso estético y místico formal deja a los propios personajes huérfanos. Meros títeres deambulantes. Me asiste la continua sensación de falsedad.
Es forma de abordar lo dramático, lo místico y la espiritualidad prostituyen un discurso limpio, sustentado en la natural sencillez, pues en la forma y el fondo la pretensión está trufada siempre de declamación. Declamación que se observa en los propios personajes que más que actuar recitan, en la manera en que se vinculan entre ellos y la pertinaz homilía interior que exudan.
Y si hablamos de los ya citados encuadres interiores, en todos ellos no hay naturalidad y armonía, y sí una predisposición sistemática asimilada a la postal o cuadro, donde los actores, sus movimientos relentizados (uno tiene la sensación de que deambulan como fantasmas teledirigidos para que el encuadre sea perfecto en su remilgada planificación teatral), la colocación de los objetos, sus símbolos, falsas paredes limpias e impolutas que solo albergan en milimétrica colocación los enseres de cartón piedra. Es en realidad un teatro filmado, en el que esa afectación formal, interpretativa y discursiva es más lógica en el escenario, siendo en realidad Dreyer no un director de cine y sí un director de teatro que utiliza el cine para seguir haciendo teatro. Estoy siendo excesivo para promover la reflexión y la duda sobre artistas consagrados, e intentar hacerlo desde los argumentos. Son propuestas artificiosas, fingidas, parsimoniosas, trascendentes y amaneradas.
Entrar de lleno en la homilía moral y mística de algunas de sus películas es un ejercicio de buceo en la trascendencia reflexiva con aromas a naftalina y cándida cursilería con tufillo a homilía depauperada.
Dreyer busca referencias en grandes pintores, confecciona encuadres a modo de retratos iluminados casi inanes, que sirvan para trascender el fondo. Es un escenario filmado.
En efecto, los films del maestro danés pueden contemplarse desde distintas perspectivas, pero tu argumentación (que parece solo inspirada por sus dos últimas películas) para demoler el “estilo Dreyer” calificándolo como un mero ejercicio de geometría teatral artificiosa, esteticista y regresiva, me parece -disculpa mi sinceridad- sesgada y con un toque destructivo. Eso sí, supongo que tan respetable como cualquier otra. Consciente de las limitaciones que me aquejan, mi percepción, en este caso de GERTRUD, es muy distinta, más ortodoxa quizás, como habrá quedado claro por mis comentarios de más arriba.
EliminarSi quieres, un poco traidos por los pelos, dos ejemplos divergentes: al detective Moseby de LA NOCHE SE MUEVE las películas de Eric Rohmer le parecían como ver crecer la hierba. Por otro lado, a la Nana de VIVRE SA VIE le emocionaba hasta la lágrima el visionado de LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO. Con esto te animo a que visites de vez en cuando este rincón aunque sea para sacudir nuestro acomodo.
Un saludo.
Estimado y admirado Teo, ¿qué te sucede? Sea lo que sea, siempre mi cariño y respeto. Un fortísimo abrazo
ResponderEliminarInesperada pregunta, sobre todo formulada desde el "anonimato".
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