DUELO EN LA ALTA SIERRA (Ride the High Country / Guns in the Afternoon)
(USA) MGM, 1962. 94 min. Color. CinemaScope.
Pr: Richard E. Lyons. G: N.B. Stone Jr. y (sin acreditar) Robert Creighton Williams y Sam Peckinpah. Ft: Lucien Ballard. Mt: Frank Santillo. DA: George W. Davis y Leroy Coleman. Ms: George Bassman. Dr: Sam Peckinpah.
Int: Randolph Scott, Joel McCrea, Ronald Starr, Mariette Hartley, James Drury, Edgar Buchanan, R.G. Armstrong, Warren Oates, John Anderson, John Davis Chandler, L.Q. Jones, Jenie Jackson, Percy Helton, Byron Foulger, Carmen Phillips.
SINOPSIS: Dos viejos amigos, pistoleros que en su juventud cabalgaron juntos actuando a ambos lados de la ley, al cabo de los años, tras una trayectoria divergente, se reencuentran cuando uno de ellos ha recibido el encargo de transportar oro desde un poblado minero en la montaña hasta el banco. Durante el viaje de regreso, el más pragmático cederá a la tentación de quedarse con el cargamento.
COMENTARIO: Steve Judd (Joel McCrea) y Gil Westrum (Randolph Scott), los dos protagonistas de este hermoso western crepuscular, ven cómo una época y una forma de entender la existencia están siendo arrinconadas y sustituidas por nuevos sistemas y conceptos que trae consigo la entrada en el siglo XX del Oeste que ellos conocieron. Uno lo asume con dolorida elegancia, el otro, con una coyuntural preferencia por lo práctico. Pero ambos, sintiéndose desplazados, casi marginales, saben que ya nadie los necesitará y aprovecharán la última oportunidad que les brindan para reivindicar su código moral y su estilo de vida. Esta temática de personajes surgidos de un mundo en declive, enfrentados por las circunstancias, sería retomada por Peckinpah, ampliándola, en posteriores westerns suyos, entre los que cabe destacar GRUPO SALVAJE.
En unos exteriores que en muchos momentos nos remiten a los grandes westerns de Anthony Mann, se desarrolla la acción itinerante de DUELO EN LA ALTA SIERRA que el realizador, en su condición de autor completo a partir de esta película, conduce con pulso, maestría y sensibilidad (respetando los mitos del género pero aplicándoles un tratamiento que enriquece la tradición) hasta culminar en uno de los finales más bellos y tristes jamás filmados.
Nota: los emblemáticos Randolph Scott y Joel McCrea, realmente espléndidos en su cansada madurez, se despedían del cine en beauté con esta película.
























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